Entre el 70 y el 80% de tumores de hígado acaban reincidiendo

progresion-de-cancer-de-higado-pngLa cirrosis y la hepatitis B son dos enfermedades que constituyen los principales factores de riesgo para padecer carcinoma hepatocelular

S. LARRUCEA – Se trata del segundo órgano del cuerpo humano con más masa, pesa aproximadamente 1,5kg. Está situado en la parte derecha del abdomen, protegido por la caja del tórax y su color es de un rojo intenso, pues además de su función metabólica y defensiva, también se encarga de almacenar nutrientes y una gran cantidad de sangre (contiene alrededor del 10%). El hígado es un órgano imprescindible para la salud de la persona, un cambio en su color o forma es síntoma de que algo no va bien. En este sentido, si deriva a un tono amarillento probablemente se deba a la ictericia, consecuencia de la acumulación de bilirrubina excesiva (uno de los componentes de la bilis), si por el contrario su forma lisa original se transforma y queda cubierta de nódulos, lo más seguro es que responda a un problema de cirrosis. Esta última afección muchas veces es la consecuencia de problemas hepáticos y constituye el factor de riesgo principal para padecer cáncer de hígado.

En España se diagnostican unos 3.000 casos anuales de tumor de hígado o carcinoma hepatocelular, según la Asociación Española Contra el Cáncer (aecc). Aunque su incidencia no es de las más altas respecto a otros tipos de cánceres, ésta ha aumentado en los últimos años. “Los hombres tienen una posibilidad de padecerlo cuatro veces superior a las mujeres”, afirma César Ginestà, coordinador médico en Asistencia Quirúrgica en Barcelona. Problemas como la cirrosis o la hepatitis B y C son otros de los factores de riesgo altamente ligados a este tipo de tumor. “Los casos de cáncer sobre un hígado que no tiene enfermedad hepática son de muy baja frecuencia, son accidentales”, añade el especialista.

A pesar de estar definidos los problemas asociados que pueden derivar en un carcinoma hepatocelular, en más del 70% de los casos suele diagnosticarse en etapas tardías, según la aecc. “Los síntomas suelen aparecer cuando el cáncer ya está evolucionado”, afirma Ginestà. Cansancio, astenia, pérdida de peso, ictericia e incluso hipotensión son algunos de los más comunes cuando el tumor se encuentra en etapas tardías. Por este motivo, el especialista recuerda la importancia de hacer un seguimiento a las personas con problemas hepáticos o con cirrosis, “a este grupo de riesgo se les hace ecografías cada cuatro o seis meses, de esta manera podemos adelantar el diagnóstico y mejorar el pronóstico”.

Las posibilidades de curación dependen tanto de estadio en que se encuentre el tumor como de la fase evolutiva en la que está la enfermedad hepática, es decir, de la reserva de función hepática que tenga el hígado. En función de estos y otros factores también se decide la estrategia terapéutica. Hay varios tipos de tratamiento. “Siempre que se pueda hacer una resección hepática es lo indicado”, matiza el especialista, aunque añade, “sólo es posible llevarla a cabo en un 10- 20% de los casos”. Y es que para que esta intervención quirúrgica sea factible es necesario que el hígado esté en buen estado y con una buena reserva funcional. “Tenemos que valorar muy bien si al extraer una parte del hígado no repercutirá en una insuficiencia hepática”, advierte el cirujano. Cuando la cirugía no es factible, la radiofrecuencia o trasplantes son otras alternativas.

“El problema de este tipo de cáncer es que, por mucho que se extraiga, no conseguimos erradicar lo que lo origina”, alerta Ginestà. Entre el 70-80% acaban reincidiendo. Por este motivo, las vías de investigación van principalmente en la búsqueda de tratamientos antivíricos para curar la hepatitis C, patología que afecta a unos 170 millones de personas en todo el mundo. “Prevemos que con el estudio de nuevos medicamentos como los Direct-acting antiviral agents (DAA) la tasa de curación pueda llegar al 90%”, concluye Ginestà.

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