El vínculo afectivo con los padres favorece a la salud cardiovascular futura del niño

La relación estable en el entorno familiar influye positivamente en la futura salud cardiovascular del niño. Por ello, se proponen medidas que promuevan estos vínculos.

Las adversidades vividas durante la infancia pueden menoscabar la salud cardiovascular en edad adulta, de la misma forma que unas relaciones estables y afectuosas con los cuidadores, generalmente los padres, desempeñan un papel protector y aumentan la posibilidad de una salud cardiaca óptima.

Son algunas conclusiones de la investigación que publica Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes, revista científica de la Sociedad Americana del Corazón (AHA, en sus siglas en inglés) junto con la Asociación Americana de Accidentes Cerebrovasculares (ASA) y que, según los investigadores, sería el primer estudio que identifica un vínculo entre el entorno familiar infantil y la salud cardiovascular en diferentes momentos de la vida adulta.

Utilizando los registros del estudio CARDIA, sufragado desde 1982 por el gobierno estadounidense para identificar los factores de riesgo que contribuyen al desarrollo de enfermedad cardiovascular, los investigadores buscaban cuantificar la asociación entre las experiencias adversas infantiles y el grado de afecto del cuidador, valorando su impacto en la salud adulta.

Los resultados apuntan a que una relación positiva y cálida entre el cuidador y el niño aumentaría la probabilidad de salud cardíaca idónea en edad adulta, mientras que quienes hayan pasado más adversidades tienen un futuro cardiovascular menos prometedor. Por otro lado, se ha visto cómo puede impactar en la salud cardiaca de adultos la asociación entre la escasez de recursos económicos y las malas experiencias de la infancia.

“Sabíamos que la salud en la primera infancia sienta las bases para un futuro más saludable, y hemos comprobado que la forma en que los niños interactúan con los adultos también puede tener un impacto”, señala Robin Ortiz, investigadora principal del estudio.

Esta profesora de Pediatría y Salud Pública en la Universidad Grossman de Nueva York sugiere que los adultos que tienen niños a su cuidado reciban apoyo para fomentar con ellos relaciones seguras, estables y afectuosas, “como forma de crear hábitos saludables en la infancia que perduren hasta la edad adulta”. Y a tenor de los resultados obtenidos, agrega que los profesionales sanitarios “deberían tener en cuenta la salud y el bienestar del hogar al abordar la salud cardiovascular a cualquier edad”.

LA CARGA DE LAS EXPERIENCIAS NEGATIVAS

Un acervo de literatura científica ya había reconocido que las adversidades en la infancia (maltrato infantil, hogar disfuncional, acoso, exposición a la delincuencia, discriminación, prejuicios y victimización) pueden ser determinantes sociales de las enfermedades cardiovasculares.

Hay suficientes estudios que asocian esas experiencias negativas infantiles con un mayor riesgo en edad adulta de trastornos de salud mental, abuso de sustancias e intentos de suicidio, pero también de enfermedades crónicas cardíacas, obesidad, diabetes y cáncer, así como de mortalidad prematura.

El estudio estadounidense de Experiencias Negativas en la Infancia (ACE en sus siglas en inglés) concluyó que los adultos que habían sufrido esas adversidades tenían mayor riesgo de accidente cerebrovascular, enfermedad cardíaca isquémica e infarto de miocardio. En otro estudio se relacionan esas vivencias infantiles con riesgo cardiometabólico en la edad adulta.

Pero aún es muy inicial el conocimiento de cómo influyen las malas experiencias vividas en una futura salud cardiovascular ideal, y los investigadores creen que para lograr ese estado idóneo habría que potenciar la búsqueda de mecanismos de apoyo familiar.

Las autoras del editorial que acompaña al artículo subrayan que este estudio amplía la forma de concebir la adversidad al considerar la frecuencia de las experiencias negativas del niño, algo no tenido en cuenta en trabajos anteriores. Se utilizó el Cuestionario de Entorno Familiar de Riesgo para evaluar retrospectivamente la frecuencia de abusos emocionales y/o físicos, uso de sustancias en el hogar y el afecto de los adultos antes de los 18 años.

Se observó que por cada episodio negativo las probabilidades de lograr una buena salud cardiovascular disminuían un 3,6%, porcentaje que en maltrato infantil asciende al 13%.

También se sabe que esas asociaciones pueden verse impulsadas por factores fisiológicos, psicológicos y conductuales. Según Shakira Suglia, editorialista y profesora de Salud Pública en la Universidad de Emory (Atlanta), la implicación fisiológica demostraría que “las experiencias traumáticas en la infancia promueven un estado proinflamatorio y desregulan el eje hipotalámico-pituitario-adrenal y el sistema simpático y adrenomedular, lo que puede influir en el desarrollo de factores de riesgo cardiometabólico”. Pilar Laguna

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