El riesgo de la enfermedad cardiovascular, ligada al estilo de vida

El CNIC estudia la activación de quinasas por estrés en el desarrollo de enfermedades asociadas a la obesidad.

El 90% de los factores de riesgo de enfermedad cardiovascular -como sedentarismo, mala alimentación y obesidad- están ligados al estilo de vida, por lo que son prevenibles.

Las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la primera causa de muerte en el mundo, y el número de fallecimientos asociados a estas dolencias no para de crecer. Solo en España, 350 personas mueren cada día a causa de una afección cardiovascular, lo que supone más de 125.000 muertes al año. El 90% de los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares están ligados al estilo de vida del paciente, por lo que son prevenibles. Por eso, los expertos ponen el foco en la importancia de concienciar a la población sobre los diferentes factores de riesgo cardiovascular, como el sedentarismo, la mala alimentación y la obesidad.

Precisamente la obesidad, cuya prevalencia no ha dejado de aumentar durante los últimos años, representa uno de los principales problemas de salud pública a nivel global y es una de las principales causas de presión arterial alta, diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas, derrames cerebrales y cáncer. Un aspecto que se abordó recientemente en una conferencia organizada con el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y la Fundación de Investigación HM Hospitales, sobre salud cardiovascular.

En la vanguardia de lo que serán los futuros tratamientos contra las comorbilidades ligadas a obesidad está una de las participantes del foro, Guadalupe Sabio, coordinadora del Área de Fisiopatología Miocárdica del CNIC, cuyo trabajo sobre la activación de las quinasas activadas por el estrés en el desarrollo de enfermedades ligadas a la obesidad, como enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer hepático, abre una nueva vía para abordar la obesidad y las enfermedades asociadas.

Quinasas activadas

Decantarse por este campo surgió tras años de investigación en los que el equipo de Sabio observó por qué personas obesas tienen más predisposición a tener cáncer o enfermedades cardiovasculares. “Hace unos años se descubrió que las personas obesas tienen activadas en su grasa unas proteínas, que se llaman quinasas activadas por el estrés, una importante familia de quinasas que comprende las subclases JNK y p38MAPK, que se activan para intentar que los tejidos se adapten a los cambios, activándose y desactivándose. Sin embargo, las personas obesas, al tener un estímulo constante, que es el exceso de grasa, tienen un aumento constante de esas proteínas”, dice Sabio.

Entonces, en estudios animales se reveló que, si se quitan o se elimina su actividad, se podría llegar a proteger de la obesidad y, por consiguiente, de las enfermedades asociadas a ella. El mecanismo de estas quinasas es el siguiente: estas proteínas interaccionan con la glucosa y con algunos tipos de lípidos. En un organismo metabólicamente sano, la glucosa y los lípidos tienen unos ciclos, se dan picos de glucosa normales y después, se elimina su exceso en sangre.

En un organismo con obesidad este proceso no ocurre y, además, este estímulo constante provoca una inflamación crónica que también activa estas quinasas, ya que estas proteínas ayudan, por ejemplo, a que los macrófagos sean capaces de proteger el organismo de agentes externos. “El problema es que nuestro cuerpo entiende la obesidad como un agente externo, la inflamación se vuelve crónica y activa estas quinasas de manera constante, y eso es realmente lo que hace que su activación sea tan dañina para las personas”, subraya.

La vinculación de estas proteínas con el cáncer hepático tiene que ver, de nuevo, con la sobreestimulación en el organismo. Si una célula se daña, esta tiene que reponerse, y es entonces cuando estas quinasas controlan la reposición de células que se activan por el daño. El problema surge cuando el daño es muy constante, por ejemplo, en pacientes con obesidad, porque el aumento de grasa en el hígado hace que mueran hepatocitos, provocando un estímulo constante de reposición celular.

Activación crónica

Es entonces cuando estas proteínas se activan de manera crónica, incentivando al hígado a regenerarse, algo que podría ser beneficioso si fuera puntual, pero al ser persistente, puede producir un cáncer. Además, no solo existen diferencias tan notables entre un cuerpo metabólicamente sano y otro con obesidad; Sabio apunta que también existen diferencias entre el cuerpo del hombre y el de la mujer.

Las quinasas activadas por el estrés lo hacen para que los tejidos se adapten a los cambios

Estás quinasas en el tejido adiposo se activan de manera diferente por el estrés y se debe a la testosterona. “Esta hormona activa de manera basal las quinasas del estrés en el adiposo y eso hace que la adiponectina, que es una citoquina que secreta este tejido, se libere en menor cantidad en el hombre”, detalla la investigadora. Se sabe que la adiponectina protege al hígado del desarrollo de cáncer hepático, por lo que este tipo de cáncer tiene una mayor incidencia en los hombres.

Las quinasas activadas por el estrés JNK y p38 MAPK tienen cada una finalidad diferente, pero de alguna forma sus interacciones están relacionadas. Según Sabio, cada una se activa en diferentes momentos y tiene expresión en distintos tejidos. La p38 tiene un papel muy importante en la activación de la grasa parda y en el control de ésta, mientras que la JNK es base en la secreción de adiponectina. “Sin embargo, por qué se activan o qué hace exactamente cada una no se conoce al detalle”, afirma la investigadora.

El estudio parte de la base de que la obesidad predispone al cáncer y a patologías cardiovasculares

“Se necesita mucha más investigación para entender cuál es la interacción de estas clases de quinasas, ya que, por ejemplo, se ha observado cómo la inhibición de una puede activar la otra y viceversa”, añade Sabio. El primer paso sería investigar en más profundidad qué modula cada una de ellas y cómo se relacionan y afectan entre ellas.

El estudio de este tipo de quinasas pretende descubrir si modulándolas se puede encontrar una terapia para las personas con obesidad o protegerlas de las enfermedades secundarias como el hígado graso o las enfermedades cardiovasculares. Tratando, además, que tenga el menor efecto secundario posible. “Intentando que la modificación de una de estas quinasas no afecte a otros tejidos”, señala Sabio.

Los investigadores saben que modulando las p38 en el tejido adiposo pueden hacer que los ratones sean delgados y estén metabólicamente sanos, sin obesidad, pero llevado a humanos, podría orientarse la investigación a intentar modularla en el hígado o en el sistema inmune para proteger al paciente del hígado graso. “Actualmente, en el laboratorio se estudian dos vías. Por un lado, intentar entender si sería mejor atacar los efectos secundarios de la obesidad, es decir, las comorbilidades; por otro, saber si podríamos llegar a encontrar cómo reducir la propia obesidad, modulando estas proteínas”, sentencia. Ambas vías podrían dar lugar también a dos líneas de tratamiento, que podrían ajustarse a cada paciente. Raquel Díaz

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