Un antes y un después del diagnóstico

Joaquín Caparrós, entrenador de la Selección de Fútbol de Armenia, cuenta su experiencia tras el diagnóstico de leucemia linfocítica crónica.

Hace tres años, cuando era entrenador del Sevilla FC, en una analítica rutinaria de las que cada 15 días se hacían a toda la plantilla -jugadores y cuerpo técnico- dio la cara una leucemia linfocítica crónica. Desde aquel momento, todo ha cambiado mucho en mi vida; hay un antes y un después del diagnóstico. Recibirlo supuso un golpe muy duro, pero, gracias en parte a que soy una persona optimista y a la información en profundidad que me trasladaron médicos dentro y fuera del club, mi percepción de la enfermedad fue cambiando.

Yo tenía que seguir entrenando y trabajando igual, precisamente porque en mi profesión, y en particular en ese momento -en plena competición clasificatoria europea- eres foco de atención. Así que, primero, fui asimilándolo e informándome, poco a poco, hasta estar preparado para después comunicarlo a mi familia, a mi mujer y a mis hijos. Pero en esta profesión es difícil mantener un secreto y, de manera un tanto improvisada, tras un partido en Valladolid lo tuve que anunciar en una rueda de prensa que tuvo gran repercusión nacional.

Pese al golpe inicial que supone recibir el diagnóstico -te dicen leucemia y, aunque ignoras exactamente lo que es, se te viene a la memoria gente que conoces y de la que has oído hablar que ha fallecido de leucemia-, desde la primera conversación que tuve con los médicos del club hasta todas las posteriores con otros médicos y gente conocida, precisamente por ese optimismo que tengo por naturaleza, empiezo a asumir que se trata de una enfermedad crónica que requiere un control exhaustivo.

Hoy, gracias a mi médico, Dr. Sánchez Rey, y a un seguimiento riguroso con controles cada dos o tres meses -para los que vuelvo a Sevilla- me encuentro muy bien y puedo desempeñar con normalidad mi trabajo, que es bastante intenso con los entrenamientos, el día a día con los futbolistas, las comparecencias, las ruedas de prensa… Además, cada vez hay más información acerca de la patología, y todo el mundo ayuda. Hasta gente ajena al mundo del fútbol, anónima y desconocida para mí, desde el principio se me ha acercado en la calle o me ha escrito para trasladarme casos similares propios o de familiares, darme ánimos y apoyo… gestos muy motivantes y que refuerzan la confianza, como también lo hacen los profesionales: la confianza que a mí me transmite mi médico es enorme.

Cambio de vida

Lo que está claro es que algo así te cambia la vida totalmente. Yo antes no me hacía analíticas, y ahora las hago de manera rutinaria.

También me ha cambiado en mi disposición para intentar transmitir, cuando hay ocasión de ello, esa confianza y fe en los tratamientos a otras personas que están en la misma situación. Ver que hay gente con tu enfermedad que puede hacer vida normal, continuar con su trabajo y disfrutar de calidad de vida ayuda mucho en esa confianza, y por eso siempre estoy dispuesto a dar mi testimonio cuando me lo piden; la última vez, hace poco, en un hospital aquí en Armenia con chicos con leucemia a los que les conté mi experiencia en un encuentro muy emotivo y bonito.

Necesitas leer, informarte y comprobar que, aunque tengas una enfermedad, puedes hacer tu vida gracias al avance de la ciencia y la investigación, en la que todo lo que se invierta es poco. Todos los gobiernos deberían apoyarla y financiarla más, porque tenemos un activo enorme: los profesionales de la medicina de los que podemos presumir porque son gente con una gran preparación y vocación.

Gracias a ellos y a la investigación, tenemos más calidad de vida, así que debemos pedir a los gobiernos que sigan invirtiendo en ella, y que lo hagan aún más.

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