Los chicles usados conservan las bacterias durante varias semanas

Estudio del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas de Valencia con muestras recogidas del suelo Esos molestos residuos urbanos que a veces se pegan en los zapatos conservan durante más de veinte días a la intemperie las bacterias y toxinas que acumulan

Los chicles son residuos que permanecen durante bastante tiempo en superficies de interiores, al aire libre, pegados en edificios o incluso en obras de arte. Investigadores del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I2SysBio), centro mixto de la Universidad de Valencia (UV) y del CSIC, han demostrado que su carga bacteriana cambia en cuestión de semanas y que las bacterias orales aguantan sorprendentemente mucho tiempo cuando el chicle está en el suelo. La investigación, publicada en la revista Scientific Reports, puede tener aplicaciones en medicina forense o control de enfermedades contagiosas, entre otros campos.

Para el estudio, el equipo investrigador recopiló un total de diez muestras (dos en España, Francia y Singapur, y una en Grecia y Turquía). Todas se recogieron del suelo con una rasqueta esterilizada y fueron transportadas al laboratorio, donde se conservaron a una temperatura de -80 °C hasta su análisis.

El estudio se centró en la distribución de bacterias según la profundidad a la que se encuentran (capas superficiales, intermedias e inferiores del residuo), la capacidad de biodegradación de los ingredientes de los chicles y las sucesiones microbianas después de pasar tres meses de exposición al aire libre.

Para ello, se analizó la diversidad bacteriana de las muestras a través de secuenciación masiva de ADN (NGS en sus siglas en inglés). El artículo describe una caracterización completa sobre el contenido bacteriano de la goma de mascar utilizando técnicas dependientes del cultivo e independientes, a diferencia de otras investigaciones que se centran en la mejora a la hora de limpiar los chicles tirados al suelo, hacerlos menos adhesivos, solubles con agua o degradables.

Además, el equipo remarca que este material adhesivo “puede contener una fracción importante de la microbiota oral, toxinas y algunos patógenos como Streptococcus spp. y Actinomyces spp., que permanecen atrapados en el residuo pegajoso y donde su supervivencia a lo largo del tiempo ha recibido muy poca atención”.

Vectores de enfermedades

Al hilo de los resultados, según señala uno de los autores del trabajo Manuel Porcar, “los chicles tienen una carga bacteriana que evoluciona de un microbioma oral a uno ambiental en cuestión de semanas (entre tres y cuatro). Y las bacterias orales aguantan sorprendentemente mucho tiempo una vez el chicle está por el suelo”, lo cual supone que “podrían ser vectores de enfermedades bacterianas bastante tiempo después de ser lanzados al suelo”.

En este sentido, consideran “sorprendente” que, en condiciones muy duras, como son la exposición solar prolongada, las altas temperaturas y la desecación, “los microorganismos orales sigan en cambio siendo detectables tras varias semanas bajo esas condiciones”. Además, muchas de las bacterias “que hemos aislado de los chicles más viejos tienen potencial para biorremediar el propio chicle, es decir, degradarlo”.

Un potencial muy variado

El equipo de investigación del I2SysBio apunta que estos residuos de larga duración se han utilizado para el análisis genético humano en criminología y arqueología y además remarca que sus hallazgos tienen implicaciones para una amplia gama de disciplinas, incluida la medicina forense, el control de enfermedades contagiosas o la ya comentada biorremediación de residuos de goma de mascar.

A modo de ejemplo, comentan, “se podría relacionar una muestra de chicle con un sospechoso de un crimen, mediante comparación de los microorganismos orales en ambos casos”. Asimismo, se podría estudiar la prevalencia de algunas enfermedades estudiando los microorganismos presentes en los chicles usados, “de manera análoga a como se está haciendo con el coronavirus y las aguas residuales”; y, finalmente, se pueden usar algunos de los microorganismos aislados de los chicles para degradar, y por tanto limpiar, “los propios residuos de chicle”. Enrique Mezquita (DM)

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