Las vacunas frente a covid son seguras en los pacientes con cáncer, al tiempo que se pone en riesgo el diagnóstico oncológico en 50.000 personas por el parón registrado.

Las personas con cáncer son especialmente vulnerables a la covid. Por ello, los expertos piden que se priorice la vacuna en estos pacientes, mientras se recaban datos sobre el alcance real de su protección. 50.000 personas en España sin diagnóstico oncológico por el parón registrado por la covid.

Vacunar contra SARS-CoV-2 lo antes posible al máximo de personas. Esta recomendación es aún más acuciante entre los pacientes con cáncer, pues tienen mayores probabilidades de sufrir una forma grave de la covid o incluso de fallecer por esta causa.

Si las dudas sobre las nuevas vacunas son habituales, también entre la comunidad médica y sanitaria, es lógico que aún surjan más en el entorno oncológico. Estos pacientes, por su condición de compromiso inmunológico, han estado excluidos de los estudios clínicos sobre las vacunas de la covid, lo que limita la evidencia sobre cuál será la eficacia de estas inmunizaciones.

La Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO) ha reunido a un panel de expertos en Oncología, Inmunología y Virología para abordar en una mesa redonda algunas de esas dudas que se plantean sobre el uso de las vacunas frente al virus de la covid en los pacientes con cáncer. Muchas las cuestiones planteadas aún no tienen una respuesta rotunda, pues estamos ante un terreno desconocido, pero estos especialistas sí lanzan un mensaje claro: el riesgo de enfermedad grave y mortalidad por el nuevo coronavirus en el enfermo oncológico hace necesario que reciban las vacunas. Cualquier protección es mejor que nada.

Solange Peters, presidenta de la ESMO, detalla que los enfermos con cáncer no tienen más riesgo de infectarse por el SARS-CoV-2, pero sí se ha constatado que su tratamiento puede verse afectado debido a los reajustes en los hospitales saturados por la pandemia. Pero la intersección del coronavirus con el cáncer se torna más alarmante al observar la mortalidad por covid en pacientes con cáncer. En la mayoría de las series analizadas, la tasa se sitúa entre el 15 y más del 40%, destaca Peters, quien considera que verbalizar los datos de mortalidad por covid en cáncer “puede no gustarnos, pero es necesario para hacer entender por qué insistimos tanto en la necesidad de que reciban la vacuna”.

Desde la sociedad científica europea se insta a vacunar prioritariamente a los pacientes con cáncer, así como a realizar una recogida diligente de los datos de esas inmunizaciones, destaca Peters, quien además recuerda la importancia de dar prioridad en la vacunación a los profesionales y cuidadores de estos pacientes, rechazando “un sistema en el que los que vacunan y cuidan no están vacunados”.

Diversas sociedades oncológicas, incluida la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), defienden también esa priorización de los pacientes con cáncer en la vacunación. El plan de vacunación en España los contempla dentro del grupo de personas con condiciones de riesgo: riesgo de morbilidad grave y mortalidad y riesgo de contagio por mayor exposición, debido a la enfermedad y tratamientos oncológicos y visitas frecuentes a entornos asistenciales.

¿Qué pacientes con cáncer tienen más riesgo ante la covid?

Es de esperar que la covid sea más grave entre los pacientes con más edad y comorbilidades, pero también entre aquellos que sufren un cáncer activo, cuando la enfermedad está empezando a atacar, explica Peters. También, “en pacientes fumadores o con historial de tabaquismo y en los que presentan un estado general debilitado. También tienen un mayor riesgo los pacientes con cáncer pulmón y con enfermedad hematológica”.

¿En qué medida van a proteger las vacunas a estos pacientes?

La eficacia en los ensayos clínicos de las vacunas de ARNm ya autorizadas (de Pfizer-BioNTech y de Moderna) ronda el 95% en la prevención de la enfermedad, recuerda Leif Erik Sander, del Departamento de Enfermedades Infecciosas y Neumología en el Hospital Universitario Charité de Berlín. Sander cree que tanto las vacunas de ARNm, como las siguientes basadas en vector adenoviral (una de ellas, la de Oxford-AstraZeneca, a punto de recibir la autorización de la EMA), por los datos de los estudios sobre generación de anticuerpos en personas mayores, invitan a pensar que se asociarán a un buen nivel de protección.

No obstante, la eficacia concreta en presencia del cáncer no se ha medido, pues los ensayos han excluido a embarazadas, niños y a personas inmunocomprometidas, una categoría en las que se incluyen muchos pacientes oncológicos. “Podemos extrapolar las respuestas inmunes que se obtienen con otras vacunas en estos pacientes”, apunta Ravindran Kanesvaran, Centro Nacional del Cáncer de Singapur. La vacunación de la gripe, entre otras, se lleva realizando durante años sin problemas de tolerancia. “De ahí se deduce que si el sistema inmunológico del paciente está intacto, si ha completado el tratamiento, o está curado, puede desarrollar una buena respuesta”. Para este especialista, cuánto tiempo durará la inmunidad o qué nivel alcanzará en la situación actual “es irrelevante”, porque la alternativa a no vacunarse puede ser una infección con alta mortalidad. “Incluso si el paciente es mayor y frágil, lo último que quieres es que contraiga la infección”.

Peters matiza que “cuando aún no había datos publicados sobre las vacunas, un 50% de protección nos parecía aceptable. Ahora tenemos vacunas que protegen en un 95%. Incluso si se perdiera algo de eficacia, salvaría muchas vidas entre nuestros pacientes

Para Uwe Gerd Liebert, del Instituto de Virología de la Universidad de Leipzig, “nada hace pensar que las vacunas que se están utilizando no puedan cubrir las variantes del virus. Por supuesto, esto puede cambiar, porque no sabemos cómo mutará el coronavirus en el futuro, pero parece poco probable”.

Entre los centenares de mutaciones identificados del SARS-CoV-2, el interés científico se centra en las de Kent (británica), Brasil y Sudáfrica. Sobre la británica, el virólogo resume que se sabe que favorece la transmisión del virus, pero “hasta el momento no tenemos ninguna prueba de que haya una mutación más virulenta”.

¿Cuál es el mejor momento para vacunarse?

La presidenta de ESMO afirma que todos los pacientes oncológicos, incluidos también los que reciben terapia dirigida, hormonal o inmunoterapia, deberían vacunarse para no comprometer su protección. Thomas Powles, del Instituto del Cáncer Barts, en Londres, considera que la situación actual no va a acompañarse del “lujo de poder planificar la vacunación antes del tratamiento en todos los pacientes”, por eso, su mensaje en este escenario imperfecto es “vacunar al paciente que tienes enfrente y confiar en que se genere inmunidad”. Considera de sentido común, evitar, y alejar todo lo posible, la vacunación del tratamiento inmunosupresor, pero en general, opina que hay que “vacunar lo antes posible, sin retrasarlo”.

¿Cómo distinguir los efectos adversos asociados a las vacunas de otros?

Entre las posibles reacciones a la vacuna, la fatiga, el dolor muscular y de cabeza y la fiebre en grado leve a moderado son las más frecuentes, “aumentando más la posibilidad de que se presenten tras la segunda dosis”, recuerda Sander. Estos síntomas suelen resolverse al cabo de unas 24-48 horas, por lo que, si persisten o son más intensos de lo esperable, lo mejor es contactar con el médico, señala Peters, también especialista en el Centro Hospitalario Universitario de Vaud, en Lausana.

¿Cuánto puede durar la inmunidad? ¿Será más corta que en pacientes que no tienen cáncer?

Según el virólogo Uwe Gerd Liebert, los estudios indican que la duración de los anticuerpos en personas que han pasado la infección se extiende al menos seis o siete meses. “En pacientes con cáncer, esto dependerá del tratamiento, si reciben terapia inmunosupresora puede ser que interfiera con la inmunidad celular, con la respuesta inmune tras la vacunación. Es algo que habrá que observarse específicamente”.

¿Qué implicaciones puede tener ampliar el intervalo entre dosis en estos enfermos?

Liebert también opina que el efecto de retrasar la segunda dosis no tiene por qué ser diferente entre la población general y la de pacientes con cáncer. “Si no se recibe la segunda dosis, hay riesgo de infección y también puede que se produzca mayor probabilidad de que surjan mutaciones. En cualquier caso, lo importante es que se administre siempre la segunda dosis”.

El debate sobre ampliar el tiempo hasta la segunda dosis está ya sobre la mesa en países como Reino Unido y Alemania. Sander no ve peligro en que una presión inmune genere nuevas mutaciones, y considera que los 21 días establecidos entre dosis para la vacuna de Pfizer-BioNTech pueden ser manejados con mayor flexibilidad. “Entre la estrategia de administrar una dosis y ver qué pasa y la de atenerse a los 21 días, guardando la mitad de las vacunas en el refrigerador, mientras hay gente de riesgo sin inmunizar”, expone, hay estrategias intermedias que deberían estudiarse, como retrasar en unas 6-8 semanas el segundo pinchazo. Sonia Moreno

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