¿Cuándo hay que pedir un informe psicológico del paciente antes de realizar una intervención estética?

Se deben descartar problemas psicológicos antes de una intervención estética.

Las cirugías estéticas de embellecimiento reclaman un trabajo previo de los profesionales sanitarios para comprobar que la decisión tomada por el paciente no obedece a alteraciones psicológicas o de autopercepción de su cuerpo, destaca Emilio García Sánchez, profesor de Bioética de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad CEU Cardenal Herrera (CEU UCH) de Valencia.

En un trabajo publicado en Medicina e Morale, revista de bioética y ética médica promovida por la Università Cattolica del Sacro Cuore (UCSC) de Roma, señala que en aquellos casos en los que el equipo médico sospeche de la existencia de un Body Dysmorphic Disorder (BDD) o dismorfofobia -un trastorno mental que genera una imagen distorsionada del propio cuerpo- o razones basadas en baja autoestima o “fragilidad mental”, entre otros aspectos, es necesario derivar a una consulta psicológica para un informe previo y, en caso de confirmación, tratar la causa del complejo o el descontento del paciente con su físico antes de cualquier posible intervención.

Según explica García Sánchez, “el motivo de esta investigación se debe, en primer lugar, a que forma parte importante de una línea de investigación en la que vengo trabajando desde hace varios años”. Y, en segundo lugar, por la preocupación del aumento de casos de personas que se operan estéticamente o que se están planteando hacerlo “y en las que se diagnostican, de base, alteraciones psicológicas previas de distinto tipo y grado”.

En consulta, señala García Sánchez, “el cirujano estético no solamente tiene que asegurar que el paciente sea un candidato idóneo para operarse por sus condiciones corporales y su salud física, sino que ha de plantearse simultáneamente si también es un candidato idóneo por sus condiciones psíquicas y su salud mental. En este segundo aspecto, puede requerirse el soporte de un especialista en psicología clínica que ayude a valorar si pueden existir indicios de algún tipo de alteración psicológica o trastorno”.

En su opinión, “resulta muy aclarador saber no solo cuál es la petición estética concreta, sino la edad que tiene, las operaciones previas que ya se ha hecho, las motivaciones o expectativas con las que acude a la clínica y, muy importante, averiguar si en ese momento o anteriormente ha seguido algún tratamiento de salud mental”.

Signos de alerta

¿Cuáles son esos signos de alerta? Manifestar un defecto corporal imaginario, tener una preocupación excesiva por una imperfección menor, hasta el punto de que afecte a la vida social y laboral, recurrir a excesivas consultas o a un exceso de cirugías, tener expectativas poco realistas sobre la intervención que se desea, como parecerse a algún famoso. Estos son factores que ya han sido identificados por la Asociación británica de cirujanos plásticos como casos para remitir a una consulta psicológica”.

A estos indicadores, añade otros factores a tener en consideración, relacionados con lo que denomina “fragilidad emocional” de los pacientes estéticos: “La baja tolerancia a la frustración, el exceso de euforia y autoestima, la falta de madurez en pacientes jóvenes cuyo cuerpo aún está en desarrollo o alegar presión de la pareja, del entorno o de los seguidores en las redes sociales para recurrir a la cirugía, son también signos que deben alertar sobre un posible problema psicológico que debe ser atendido para garantizar el bienestar del paciente”.

De ellos, en la actualidad el más preocupante es “la obsesión por la perfección física, generando pensamientos reiterativos autocríticos por una constante comparación con iconos de bellezas muy atractivos y alejados de la normalidad corporal”. Este descriptor está siendo especialmente detectado y con más frecuencia en personas jóvenes, desembocando en trastornos de dismorfia y trastornos de la conducta alimentaria. Al sufrir por un “cuerpo top” que no se tiene y al que se desea con inquietud, se causa una baja autoestima corporal o tristeza estética, que es el principal motivo por el que se acude a cirugías estéticas. “Está aumentando este descriptor o signo alarmante por la fuerte presión externa a que están siendo sometidos jóvenes y adolescentes, a través de los diferentes mass media, y, sobre todo, por las redes sociales o nuevas pasarelas donde no para de hipertrofiarse el valor de la imagen corporal”.

Recomendaciones

García Sánchez sugiere que “se reclame o solicite informe psicológico en aquellos casos en los cuales haya evidencias o sospechas justificadas de la existencia de una alteración psicológica”. Si el cirujano plástico estético tiene dudas porque trasciende su especialidad, debería pedir una segunda opinión a especialista en psicología clínica, como algunos ya están haciendo. De todas formas, como la demanda de cirugías es tan elevada, muy probablemente sean cada vez más las personas que acudan a clínicas con un cuadro psicológico preocupante y que requiera de un examen psicológico de especialista el cual, al final, deberá emitir un informe favorable o desfavorable.

“La mayoría de las solicitudes estéticas provienen de personas jóvenes, y precisamente, es en ellos donde encontramos más problemas de carácter psicológico diagnosticados, por la sencilla razón de que se trata del grupo poblacional más vulnerable y frágil, más fácilmente manipulable, con mayores problemas de madurez y de desarrollo de la personalidad que está terminando de construirse”, comenta.

Por este motivo expuesto, mayor prudencia médica habría que extremar con este tipo de pacientes jóvenes, y en opinión del experto, “más aconsejable sería proponerles un estudio o examen psicológico”. Creo que especialmente el sector médico estético debería contribuir a ir normalizando y “desestigmatizando” la visita al psicólogo o psiquiatra, como medida de prevención de alteraciones psicológicas que se agravarían en el caso de operarse.

Además, es clave tener certeza también de “que una probable insatisfacción por el resultado no vaya a conducir a una nueva necesidad de intervención”. Y en caso de que la persona implicada no quiera pasar por psicólogo o desoiga las recomendaciones, “sencillamente el médico debe oponerse a satisfacer ese deseo del paciente, acompañándolo a que tome la decisión de buscar alternativas a la cirugía fuera de la clínica”. Si el médico cede y opera, “corre el riesgo y la imprudencia de que se agrave la situación del paciente, empeorando su salud”. E. Mezquida

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