Casi 200.000 mayores de 70 años en España no tienen a nadie con quien hablar

Representan el 11,2% de las personas que viven solas, y son más vulnerables.

Vivir solo no es estar solo. Como tampoco vivir con gente supone que uno se sienta acompañado. La soledad es mucho más. Es un sentimiento doloroso que surge de la discrepancia entre las relaciones sociales que una persona tiene y las que le gustaría tener. En España, 1,7 millones de personas mayores de 70 años viven solas, pero de ellas, casi 200.000 (192.000, el 11,2%) no tienen con quien hablar de sus problemas cotidianos y sentimientos. Y eso duele, duele mucho.

Así lo indica la Encuesta de Características Esenciales de la Población y las Viviendas (2021) que alerta de cierta vulnerabilidad entre estas personas al correr el riesgo de sufrir más achaques de salud y vivir más desanimadas, explican Jesús Escudero y Clara Bueno, del grupo Población del CSIC.

Y es que, como dicen los expertos, las conexiones humanas, la participación social y las relaciones de amistad son la base para luchar contra la soledad no deseada y “una garantía de bienestar para la gente de más edad. No existe mejor antídoto contra el sentimiento de soledad que hablar y relacionarse con otras personas en el día a día”, señalan los investigadores en un artículo publicado en Envejecimiento en Red, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC (Instituto de Economía, Geografía y Demografía).

La soledad afecta a todas las edades. De hecho, los últimos datos apuntan que los jóvenes son los que más solos se sienten. El problema con los mayores es que el apoyo social va disminuyendo a medida que se adentran en la vejez. Se van separando de los amigos y se apoyan en la familia. Entonces, los hijos se convierten en su sostén.

Es el caso de María García, de 72 años. Vive sola desde que sus hijos se independizaron y le gusta. “No me quiero ir a vivir con nadie, me encanta mi casa, mi cama, mi silencio”, dice. Aunque reconoce que desde hace unos años, pocos, empezó a alejarse de las amigas que le han acompañado durante toda su edad adulta.

“No sabes bien el motivo, pero empiezas a salir menos, te haces más perezosa y vas perdiendo las ganas…Y un día te das cuenta de que ya apenas las tienes. Y ahí empiezas a sentirte sola, porque no tienes con quien hablar salvo tus hijos, que bastante lío tienen con el trabajo y sus hijos. Y, no nos engañemos, no es suficiente. Echas de menos a otras personas con las que poder hablar sin vínculos familiares”.

Entonces, María, amante de los animales, lo tuvo claro. Cogió a un perro de una protectora, Tizón, con el que se la ve todas las mañanas, mediodías y tardes paseando. Y gracias a él –“porque los perros necesitan socializarse”, aclara– ha conocido a otras personas, de diferente edades, con distintas inquietudes, a la vez que colabora en la protectora. “Hablar con otros, conocer a otras personas me ha dado vida”, señala. “Dependo mucho menos de mis hijos y, además, cuando nos vemos, yo también tengo que contar historias distintas”, explica.

“A medida que la gente va cumpliendo años, los vástagos toman el relevo de amigos, vecinos y parientes, que durante la etapa adulta son la principal fuente de apoyo social entre las personas que residen en soledad”, señalan Escudero y Bueno.

Una realidad que, sin embargo, puede verse alterada en el medio y largo plazo. “En un contexto de caída de la fecundidad y aumento del porcentaje de madres solteras y mujeres que no son madres, el apoyo en los hijos e hijas durante la senectud podría reducirse en detrimento de otros tipos de relación. En el peor de los casos, también podría provocar un aumento de las personas que no tienen con quien hablar de sus problemas cotidianos, incrementándose de esta forma la incidencia de los riesgos asociados a la soledad”, explican.

Además del papel de los hijos, “la proximidad física es otro factor importante a la hora de proporcionar apoyo social. En torno al 95% de las personas que se relacionan con las personas que viven solas residen en el mismo municipio o en la misma provincia en todas las franjas de edad. Estas cifras podrían indicar que, a pesar de vivir en una época de comunicación a distancia y nuevas tecnologías, el contacto físico y cercano se antoja aún fundamental para evitar la sensación de soledad, ya que es de esperar que a mayor proximidad, mayor probabilidad de quedar en persona para hablar”, apuntalan los investigadores.

El porcentaje más elevado de personas mayores que viven solas sin apoyo social se registra en la ciudad autónoma de Ceuta, duplicando el dato nacional. A continuación se sitúan Canarias y Castilla y León, donde más del 13% de la gente mayor residente en hogares unipersonales no tiene con quien hablar de sus sentimientos. En el lado opuesto de la balanza aparecen la Región de Murcia y La Rioja, con porcentajes por debajo del 9%, según el INE. Celeste López

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