Ya hay catalogadas más de 100 neoplasias hematológicas

En los cánceres hematológicos hay implicados un gran número de genes alterados.

En los cánceres hematológicos, sobre todo en la leucemia linfática crónica, el tipo más frecuente en la población adulta en Occidente, hay implicados un gran número de genes alterados. En concreto, en los pacientes hay unas 500 regiones dentro de todo el material genético que están alteradas, es decir, cambian su función respecto a la que tienen en las personas sanas, lo que afecta a las diferentes tasas de supervivencia que tienen los pacientes con esta enfermedad.

Sobre el reto que supone un tratamiento eficaz contra una enfermedad con una gran heterogeneidad genómica y las nuevas estrategias de curación, debatieron Biola Javierre, jefa de grupo de Organización 3D de la Cromatina en el Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, y Elías Campo, director del Idibaps, catedrático de Anatomía Patológica de la Universidad de Barcelona y consultor del Hospital Clínic de Barcelona.

La diversidad genómica de estas neoplasias se va conociendo cada vez más; de hecho, el director de Idibaps señaló que ya tienen catalogadas más de un centenar de enfermedades distintas, entre leucemias y linfomas en adultos y niños. Como estas células tumorales se van dividiendo con bastante rapidez, van adquiriendo diferentes mutaciones que generan una gran diversidad dentro del tumor.

Es decir, “no estamos tratando un tumor que tiene diversas alteraciones, sino que éste está compuesto por diferentes poblaciones de células tumorales, teniendo cada una sus propias características”, explicó Javierre, por lo que hay tratamientos que pueden eliminar unas u otras poblaciones, pero no existe uno único. “Pensar que vamos a encontrar una bala mágica que sea útil para todas las células tumorales es una visión ingenua y poco realista”, añadió Campo.

En cuanto a la línea de investigación, Campo señaló que, gracias a los estudios genómicos, se comienzan a explicar las razones de esta diversidad tan grande en los cánceres de la sangre. Y ayudan a elaborar nuevas herramientas diagnósticas y de tratamiento aún más específicas y, por ende, eficaces.

En cada paciente, la enfermedad evoluciona de manera diferente; por ejemplo, entre los 60 genes que se han identificado actualmente, los hay directamente relacionados con la evolución desfavorable del cáncer de células sanguíneas, mientras que otros, sin embargo, se vinculan con un avance favorable. Además, dentro de esa diversidad genómica, también se han identificado genes que, aunque no estén directamente relacionados con la evolución de la enfermedad, sí que tienen relevancia en su aparición. “Lo que nos hace pensar que el origen no sólo se debe a estas alteraciones genéticas”, sentenció Campo.

Estrategias de curación

Gracias a las técnicas ómicas, los investigadores pueden estudiar las células individualmente, aislándolas y caracterizándolas, en vez de analizar las mutaciones de todo el tumor o de pequeñas partes, como se hacía anteriormente. Esto permite observar no sólo la neoplasia sino el microambiente, es decir, las células circundantes, lo que permite a los investigadores entender cómo se comunican entre ellas y cómo reacciona el sistema inmune para diseñar terapias más personalizadas.

En algunas leucemias ya se están aplicando tratamientos que bloquean determinados genes vinculados a la enfermedad y a su desarrollo desfavorable. Por ejemplo, Campo destacó el caso de la leucemia mieloide crónica, que se trata con un fármaco que inhibe la alteración genética que causa la enfermedad. Una terapia que es posible gracias al conocimiento de la alteración genética que la produce. De esta manera, la dolencia no sólo se contiene, sino que incluso, según destacó Elías Campo, “estamos empezando a ver que desaparece”.

Aunque este modelo sería el ideal para el resto de los tipos de leucemias y linfomas, la complejidad de estas enfermedades lo impide. Sin embargo, la investigación continúa arrojando datos positivos; por ejemplo, en el caso de la leucemia linfática crónica ya existen tratamientos con medicamentos experimentales que actúan sobre algunas de las mutaciones identificadas.

También se están desarrollando fármacos dirigidos contra una vía metabólica, es decir, una vía de genes que provocan que la célula se comporte de una determinada manera o que tenga facilidad para la supervivencia. “Estos tratamientos están consiguiendo regresiones muy importantes en la enfermedad. Incluso si esta vuelve, se puede repetir la terapia de nuevo”, señaló Campo.

Terapias CAR-T

Como complemento de los tratamientos con fármacos y como futura terapia contra el cáncer de células sanguíneas, se ha empezado a introducir la inmunoterapia. El tipo más conocido de ésta son las células CAR-T, normalmente linfocitos T del propio paciente, que se extraen y se tratan con ingeniería genética en los laboratorios.

Estas células son reeducadas y estimuladas para que expresen un receptor de antígeno quimérico para atacar directamente y con gran potencia al tumor que se ha generado en el paciente. “Es un tratamiento muy eficaz en algunas leucemias tanto infantiles como en la población adulta, aunque es en los niños donde el resultado es espectacular”, explicó Campo.

Esta vía de tratamiento es muy esperanzadora ya que se aplica en casos de muchos pacientes que agotaron las primeras vías de acción contra la enfermedad. Aunque al ser relativamente nueva, presenta ciertas dificultades. “Es un tratamiento que hay que generar de forma personalizada para un tumor de un paciente en concreto, lo que implica dinero y tiempo”, afirma Javierre. Raquel Díaz