Josep Vidal, director del Instituto de Enfermedades Metabólicas del Clínic de Barcelona. “Los pinchazos ayudan a corregir la obesidad, pero no la curan”

¿A quién receta usted los pinchazos reductores del apetito?

La indicación teórica de la familia de semaglutidas es para quien tiene un IMC (peso dividido por su estatura en metros al cuadrado) superior a 27 con enfermedades asociadas a la obesidad o para cualquiera con más de 30.

¿Por qué quitan el hambre?

Porque son moléculas, transformadas por la industria, que replican dos hormonas: una que segrega nuestro intestino, la GLP1, y otra, gastrointestinal, la GIP, que controla diversos procesos relacionados con el hambre y, en el caso de los diabéticos, con el azúcar.

¿Adelgazan solo porque reducen el hambre e ingieres menos alimentos?

La industria modifica estas moléculas, que de forma natural tienen una vida media de apenas minutos, para que te las puedas inyectar una vez a la semana o cada día.

¿Y qué efecto tienen en el paciente?

Reducen su apetito, y el hambre es una variable relevante para tratar la obesidad, así que modifican la relación del paciente con la comida. Y, además, regulan lo que le pasa a su organismo después de comer, y de esa manera mejoran el control del azúcar.

¿Cómo nos quitan el apetito?

Tras comer, el organismo necesita estar listo para digerir mejor los alimentos y es cuando este fármaco actúa en tres sentidos: ralentiza el vaciado del estómago, estimula el páncreas para la segregación de insulina y frena la sensación de hambre en el cerebro. Y para tratar la diabetes, el efecto relevante es el segundo: aumenta la secreción de insulina.

¿Qué percibe el paciente medicado?

Pierde apetito, pero al principio puede pasar que la medicación, al ralentizar el estómago, le haga sufrir náuseas y vómitos; por eso aumentamos las dosis poco a poco. El efecto sobre el azúcar se logra con una dosis de 1 mg de semaglútida; y perder peso, con la de 2,4.

¿Genera adicción, dependencia..?

No, pero si dejas de inyectártela, vuelves a tener hambre y a recuperar el sobrepeso que tenías. Pero eso no quiere decir que enganche ni cause rebote. No ganas más peso al dejarla del que tenías antes de inyectarte.

¿Hay quien no lo tolere?

Para evitar esas náuseas iniciales incrementamos la dosis progresivamente: empezamos con 0,25 mg, 0,5, 1… Pero, en efecto, también hay quien no lo tolera. Lo más relevante es que este fármaco está devolviendo al obeso parte del control sobre su enfermedad. Y lo cierto es que lo aprecian.

¿Es suficiente para curar la obesidad?

Tienes menos hambre y puedes así negociar mejor tu relación con la comida; pero el fármaco solo es una parte del tratamiento: controla el hambre, sí; pero, al final, debes gestionar mejor tu alimentación: debes conocer, por ejemplo, si en lo que ingieres hay muchas calorías o pocas; horarios; hábitos…

¿Ayuda a combatir la obesidad, pero no basta para vencerla?

Veamos: no es que el obeso tenga una conducta equivocada y solo por tomar el fármaco vea la luz y la corrija, sino que es alguien que biológicamente sufre un apetito inapropiado que le lleva a tener una conducta inadecuada, y tomar el fármaco le da la oportunidad de mejorarla.

¿La semaglutida te da una oportunidad de corregir tu obesidad, pero no la cura?

Si no corrige esa relación insana con la comida, al dejar el fármaco, vuelve a la situación de partida. Y es que la obesidad está en la categoría de enfermedades generadas por un estilo de vida insano y puede provocar hipertensión, diabetes tipo II, colesterol…

¿No están asociadas de algún modo?

Si dejo de tomar la medicación para la diabetes, la glucemia sube; y si abandono la semaglutida, recupero el peso perdido. La obesidad, al cabo, es una enfermedad de causas heterogéneas: si tienes hambre por desórdenes emocionales y no los corriges, al dejar el tratamiento sufrirás recuperación del peso.

¿Pero la medicación cambia las reglas del juego contra la obesidad?

La obesidad no tenía un tratamiento efectivo generalizado, y este permite abordarla, y así las patologías asociadas: diabetes, cardiovasculares, apneas del sueño… La obesidad, al cabo, es un árbol en el que enferman muchas ramas y también la salud mental, por supuesto, que puede ser causa y efecto.

¿No es muy caro el tratamiento?

El enfermo de diabetes con obesidad tiene el Ozempic financiado por la Seguridad Social por 4 euros al mes. Y hay otros que usan la misma molécula o similares no financiados, como el Saxenda, para obesos, que cuestan unos 140. Está la liraglutida por 300 al mes o el Wegovy, ahora solo en EE.UU., aunque por 1.300 dólares al mes.

No son precios populares.

Por eso defiendo que se abaraten para el gran público y la sanidad pública, y así toda la sociedad se beneficiará de que combatamos la pandemia de obesidad. LL. Amiguet

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