Barbacid: “Me gustaría ver el fármaco que cure a pacientes con la mutación del oncogen que descubrí antes de que se me acaben las neuronas”

Mariano Barbacid, jefe del Grupo de Oncología Experimental del CNIO y Premio Honorífico en la última edición de los Premios Jóvenes Investigadores de la Fundación AstraZeneca.

El investigador del CNIO analiza las claves para ser un referente internacional, así como el esfuerzo y la complicidad de maestros y colaboradores que ello requiere.

Vocación, mucho trabajo y un poquito de suerte. Esos son los ingredientes que hay que meter en la coctelera para “ser competitivo internacionalmente”. Resultado: el científico de prestigio internacional Mariano Barbacid, artífice y primer director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en la actualidad jefe del Grupo de Oncología Experimental en este centro y Premio Honorífico en la última edición de los Premios Jóvenes Investigadores de la Fundación AstraZeneca.

 Y también hacen falta financiación, buenos colaboradores y apoyo técnico, con personal capaz de poner en marcha nuevas tecnologías. “Aunque en el mundo científico lo fundamental son las ideas, sin la posibilidad de llevarlas a cabo experimentalmente éstas no cuentan”. Para tener todos esos elementos al alcance, no necesariamente hay que renunciar a nada, “porque la vocación suple las renuncias necesarias cuando uno trabaja diez horas diarias, 6 o 7 días a la semana. Si lo que haces es lo que te gusta, no es una renuncia; lo que yo he hecho siempre ha sido pura vocación, y me ha gustado mucho poder hacerlo”.

Hace más de 40 años que descubrió el primer oncogen humano, pero la investigación, y la traslación de esa investigación, es un proceso muy lento, y a Barbacid aún le queda por presenciar la llegada a la clínica “de un fármaco que realmente cure a los pacientes que tienen la mutación de ese primer oncogen” descubierto por él. “Me gustaría verlo antes de que se me acaben las neuronas”. Y no es una utopía. “Ya se ha roto un malefecio porque pensábamos que esa proteína que causa determinados cánceres no se podía atacar farmacológicamente. Sin embargo, ahora sabemos que sí se puede, con lo que se nos ha abierto la puerta a un futuro muy prometedor, aunque todavía puede tardar otros 10 o 20 años en convertirse en realidad. En investigación no se pueden poner plazos; hay que seguir trabajando día a día”, sentencia.

Elude elegir entre esfuerzo e inspiración. “Para tener éxito, la investigación depende mucho de cómo es cada uno; si eres muy inteligente, a lo mejor puedes echarle menos horas al trabajo, pero los que somos menos inteligentes tenemos que echarle más horas”. Es decir, se decanta por el equilibrio a partes iguales, pero depende de la persona. “En mi caso, yo creo que ha pesado más el trabajo; es decir, me hubiera gustado tener mejores ideas, aunque siempre tiendo a mirar y a compararme con las personas que reconozco como más inteligentes que yo para tratar de aprender de ellas”.

Maestros y alumnos

“Se suele decir que lo importante no es que te den peces, sino que te enseñen a pescar”, y a Barbacid le enseñó a pescar David Vázquez, “un gran científico español, quizá poco reconocido”, con el que hizo su tesis doctoral y aprendió a investigar. “Después, he aprendido de todo el mundo, porque un científico tiene que absorber constantemente enseñanzas de los que saben más o de los que han llegado antes”.

Y también ha sido maestro de “muy buenos colaboradores que ahora son grandes profesores en las mejores universidades. Evidentemente, otros no han llegado, pero en general estoy muy orgulloso de la gente que se ha formado en mi laboratorio y que ahora tienen puestos importantes en muy distintas universidades, desde la Johns Hopkins (Estados Unidos) al Instituto Max Planck (Alemania)”.

Aunque quisiera, Barbacid sabe que difícilmente podría integrar en un hipotético nuevo equipo a esos colaboradores de los que se enorgullece, por las condiciones que se les podrían ofrecer aquí, pero sí puede configurar un grupo, como el que tiene ahora, formado sobre todo por “gente muy joven”. La excepción es su “colaboradora fundamental en páncreas”, Carmen Guerra, la única mayor de 40 años en un equipo en el que también está la bióloga Sara García Alonso, seleccionada en noviembre de 2022 por la Agencia Espacial Europea en calidad de reserva, convirtiéndose en la primera mujer española candidata a astronauta, y que “es una grandísima investigadora”.

El científico del CNIO recuerda que a su vuelta de Estados Unidos formó un grupo de investigadores diferente, pues estaban ya formados. “Me ayudaron a levantar y mantener el laboratorio mientras yo dedicaba mucho tiempo a crear el CNIO, una tarea que no fue menor: diseñar el edificio, conseguir el equipamiento y reclutar a los investigadores que hicieron que el centro fuera considerado durante un tiempo el mejor de investigación en España”.

Sin duda, otro de tantos motivos de satisfacción profesional, aunque “hay que ser consciente siempre de que hay que mejorar”. A pesar de la larga trayectoria, “sigo teniendo la misma ilusión que tenía hace 20, 30 e incluso 40 años, y creo que es importante sumar la ilusión y energía al babagaje de la experiencia”. Hoy por hoy, “me siento muy satisfecho y con ilusión para seguir investigando”. Cristina G. Real

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