La sangre azul existe, y no es cosa de reyes

A pesar de que durante años se creyó que la realeza podría tener una coloración diferente, se quedó en un mito. Sin embargo, nadie está exento de que su sangre pueda ser azul.

La sangre azul existe, sí. Y no en reyes, nobles o aristócratas. Durante mucho tiempo se creyó que “los de sangre azul” eran personas de la realeza, pero la realidad es que no hay ninguna diferencia en su sangre.

Es un término de la Edad Media que está relacionado con el tono de la piel. Las personas privilegiadas no hacían trabajos al sol, se protegían de este. Su piel blanca a través de las cual se veían sus venas con aspecto azulado se diferenciaba de la más oscura que tenía la clase trabajadora por sus largas jornadas bajo los rayos. A pesar de que el color de su piel pudiera ser diferente, el que corría por sus venas era el mismo.

También se dice que esto fue un mito, y que realmente esta idea nació a raíz de una traducción errónea de textos del historiador romano Cornelio Tácito (siglo II). Él se refería a los emperadores y reyes de su época con la expresión caelesti sanguine ortam, que quiere decir “nacido de sangre celestial”. La palabra celestial (relativa al cielo) dio lugar a confusión al cambiarse en las traducciones por celeste (cierto tipo de azul).

Sea lo que sea, el color de la sangre de aquellos que poseen un título es el misma que los que no. Sin embargo, la sangre con tonalidad azulada existe, y cualquier persona puede tenerla.

El color rojo de la sangre se debe a la hemoglobina (proteína del interior de los glóbulos rojos), que es la encargada de transportar el oxígeno a los tejidos y órganos del cuerpo. Las personas con la sangre azul tienen un tipo de hemoglobina en la sangre, que, por distintas causas, no transporta igual de bien el oxígeno. Eso provoca que su sangre y partes de su cuerpo se vuelvan azuladas, sobre todo sus manos, pies, o boca (cianosis).

Causas

Mariola Abio Calvete, miembro del grupo de Eritropatología de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), explica que la forma más común de que nuestra sangre se vuelva azul, o partes del cuerpo, se debe a los efectos secundarios que pueden producir ciertos fármacos, sustancias, o alimentos, como: anestésicos, ciertos antibióticos y nitritos (usados como aditivos para evitar que las carnes se dañen).

Ante todo, la hematóloga recuerda que estos efectos secundarios se dan es muy pocos casos. Y lo que ocurre es que estos medicamentos o sustancias pueden producir una cantidad anormal de metahemoglobina, que es una forma de hemoglobina que a altos niveles provoca la dificultad para transportar oxígeno, lo que se conoce como “metahemoglobinemia adquirida”. “A las personas que toman estos medicamentos les pueden aparecer los efectos secundarios de forma súbita y no tienen un perfil concreto”, indica Abio Calvete.

Los pacientes acuden a urgencias con una coloración azulada, dificultad respiratoria, dolor de cabeza y/o mareo, y unos niveles de metahemoglobina superiores al 12-15%, cuando en condiciones normales es menos del 2%”, explica la hematóloga. A lo que añade un mensaje tranquilizador: “Suelen responder bastante bien al tratamiento, y aunque a veces hay que vigilar sus efectos, habitualmente en un tramo de 7 a 10 días están en casa”, apostilla la especialista. Los casos graves si pueden necesitar una transfusión de sangre e ingreso. Generalmente, dentro de los pocos casos que ocurren, una vez recuperados no tienen secuelas posteriores.

¿Siempre es adquirida?

La metahemoglobinemia no siempre es adquirida, sino que también hay personas que nacen con unos niveles más elevados de lo normal. Esto se conoce como “metahemoglobinemia congénita o hereditaria”, y puede ser de tipo 1 o de tipo 2. Para que se desarrolle, tanto una como la otra, es necesario que sus progenitores se lo hayan transmitido por ambas partes. En la congénita, a diferencia de la adquirida, los niveles de metahemoglobina no vuelven a regularse, siendo algo crónico.

  • La metahemoglobinemia tipo 1 es leve. Sus niveles, aun siendo altos, no lo son tanto como los casos que acuden al hospital con síntomas. Por ello pueden hacer una vida normal, no necesitan tratamiento porque no suelen llegar a tener síntomas. Lo que si les ocurre es que tienen cianosis, que es la coloración azulada de la piel. Abio Calvete apunta que “los pacientes que lo tiene de manera crónica a veces sufren problemas estéticos”.
  • De hecho, una característica que hace saber si un bebé puede tener metahemoglobinemia congénita es su color azulado al nacer. Factor que se corrobora con exámenes de sangre. Con muchos menos casos, pero más peligrosa, está la metahemoglobinemia tipo 2. Su afectación es mayor y se producen problemas del desarrollo, tanto a nivel de crecimiento como neurológico, y con frecuencia causa la muerte en los primeros años de vida.
  • La hematóloga asegura que durante su trayectoria no se ha encontrado ningún paciente con este tipo de metahemoglobinemia, por lo que, a pesar de ser muy grave, el porcentaje de casos es muy bajo. Existen otras consecuencias que pueden provocar tener la sangre azul, como la llamada enfermedad de la hemoglobina M, que también es leve y hereditaria.

Prevención

Se recomienda que se consulte con un médico cuando se tiene síntomas de este trastorno o antecedentes familiares de metahemoglobinemia o hemoglobina M, tanto para su propio diagnóstico como si se quiere tener hijos.

Los bebés de 6 meses o menos tienen más probabilidades de desarrollar metahemoglobinemia. Por lo tanto, se deben de evitar los alimentos con vegetales que contienen altos niveles de nitratos naturales (zanahorias, remolacha, espinaca…).

A las personas que la padecen de manera hereditaria deben evitar todos los medicamentos y sustancias que pueden desencadenar el cuadro, al igual que los tienen metahemoglobinemia congénita, debido a su sensibilidad.

En definitiva, la mayoría de los casos son adquiridos y su pronóstico es bueno, y en el caso de los hereditarios no suelen tener síntomas más allá de la cianosis. Eso sí, esto no es cosa de reyes, sino de todos. Candela Hornero

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