Un ojo rojo puede ser síntoma de que la sequedad ocular ha afectado a la córnea

Al no tener suficiente protección de la película lagrimal, el ojo se defiende aumentando el tamaño de sus arterias y de sus venas

Sofía Larrucea

Se calcula que alrededor del 30% de la población en algún momento de su vida no contará con una producción de lágrima adecuada (lagrimodeficiente), o bien, aunque la producción será la correcta, la lágrima será inestable, es decir, que se evaporizará antes de tiempo. Es decir, un 30% de la población padecerá lo que se conoce como ojo seco. Un problema asociado también al paso de los años. “Con la edad cada vez se produce menos lágrima, además, debido al factor hormonal, suele afectar más a las mujeres después de la menopausia, pues la lágrima es de peor calidad”, asegura Ramón Quintana, oftalmólogo del hospital Clínic de Barcelona. En condiciones normales, el ojo debería parpadear unas 12 veces al minuto. Al hacerlo, entre otras funciones, se consigue que la lágrima se extienda alrededor de toda la superficie ocular. La lágrima, salada por su alto contenido en sodio, ayuda a limpiar la superficie, nutrirla, oxigenarla y a defenderla de las bacterias. Cuando ello no se produce o hay un déficit de lubricación puede derivar en un ojo rojo. A pesar de su alarmante aspecto, se trata de una respuesta del cuerpo humano para defender al ojo de posibles infecciones. “Al no tener suficiente protección de la película lagrimal, el ojo se defiende aumentando el tamaño de sus arterias y de sus venas”, afirma el oftalmólogo, también profesor de la Universidad de Barcelona (UB). “Pero también es síntoma de que el ojo seco ha dañado la córnea”, añade.

El ojo seco es un problema crónico que se puede controlar, pero no curar

No obstante, un enrojecimiento del ojo no sólo es consecuencia de un ojo seco severo, sino que también puede producirse debido a una conjuntivitis u otra infección.  “Lo único que se debe hacer en estos casos es usar lágrimas artificiales para lubricar el ojo”, aconseja Ramón Quintana. Asimismo, en el caso del ojo seco, el especialista también recuerda, “no sólo influyen aspectos genéticos, sino que el ambiente donde estemos también puede ser un factor de riesgo”. De este modo, ambientes cerrados, como discotecas u oficinas, y ambientes secos no son los más aconsejados para quienes son proclives a sufrirlo. Se trata de un problema crónico que se puede controlar, pero no curar. Actualmente existen productos que ayudan a paliar el síndrome del ojo seco a base de concentrados que permiten sustituir la poca producción natural de lágrima. Lo más importante es que la lágrima artificial se parezca lo máximo posible a la natural y que restaure las tres capas de la lágrima conteniendo también lípidos semejantes a los de la película lagrimal. “Para pacientes crónicos, que tengan que utilizarlas durante mucho tiempo o con ojos sensibles, están especialmente indicadas las lágrimas sin conservantes. En casos de sequedad ocular puntual, como puede ser por uso de ordenadores o por causa ambiental, existen lágrimas con conservantes de última generación con una menor toxicidad. La frecuencia con la que se deben aplicar las gotas depende del entorno donde nos encontremos. “En ciudad pueden necesitar lágrimas hasta diez veces al día, mientras que en la montaña con una o dos dosis es suficiente”, concluye Ramón Quintana.

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