Trastorno bipolar, estado de ánimo cambiante

catherine-zeta-jones-padece-este-trastorno-pngDetectar cambios en el comportamiento de una persona puede evitar que los episodios de manía y depresión acaben en un ingreso hospitalario de consecuencias imprevisibles

ANICHA SENDÍN – Recibir un ascenso o perder un trabajo, dar la bienvenida a un nuevo miembro en la familia o despedirse de alguien querido, casarse o superar una ruptura amorosa. Son situaciones reales por las que todo el mundo puede pasar a lo largo de la vida. Constantemente vivimos buenos y malos momentos. El ser humano está preparado para recuperarse ante estas situaciones con mayor o menor dificultad. Los mecanismos biológicos hacen que el estado de ánimo se mantenga dentro de unos límites razonables. Ello permite que podamos interactuar de forma consciente con el entorno. Sin embargo, en algunas personas estos mecanismos se desequilibran y pueden producir momentos de máxima euforia frente a otros de depresión. Es lo que ocurre en pacientes con trastorno bipolar, una enfermedad que afecta a aproximadamente el 2% de la población. Se diagnostica sobre todo entre los 18 y los 19 años, aunque puede presentarse de forma prematura o tardía.

Supone un trastorno con una importante predisposición genética, aunque ésta no implica que la enfermedad vaya a manifestarse. De hecho, en estudios con gemelos monocigóticos, es decir, con el mismo genoma, se ha visto que uno puede acabar siendo bipolar y el otro no en función de los factores ambientales a los que hayan estado expuestos. Determinados genes se activan ante situaciones estresantes, no sólo a nivel social sino también biológico. Por ejemplo, la adolescencia o el parto son dos momentos clave. De hecho, más del 50% de las mujeres diagnosticadas con trastorno bipolar se descompensan tras el parto.

El trastorno bipolar puede manifestarse en forma de depresión o de euforia, lo que se conoce como manía. Pero la enfermedad todavía es una gran desconocida y no siempre es fácil detectar estos episodios de forma temprana. Con frecuencia se asocian a situaciones normales. “La depresión muchas veces se ve como una situación reactiva, todo el mundo tiene una explicación para ello. Una ruptura de pareja o la muerte de un ser querido, por ejemplo”, explica Eduard Vieta, jefe de servicio de psiquiatría y psicología del hospital Clínic de Barcelona. Cuanto más se tarde en diagnosticar la patología mayor daño comporta y más complicada es la recuperación. “Debemos ser capaces de detectar cambios en el comportamiento, pero –apunta Vieta– tampoco se debe psiquiatrizar la normalidad”. Siempre debe ser un especialista quien haga el diagnóstico.

La manía es una situación que puede llegar a necesitar un ingreso si no se actúa de manera precoz. Se caracteriza por hiperactividad, disminución de la necesidad de dormir, que no insomnio, irritabilidad, ideas de grandeza, euforia… “La persona está muy acelerada y en casos extremos puede llegar a hacer cosas inapropiadas como puede ser regalar dinero o desnudarse en público. Muchos pacientes acaban endeudados, separados y solos, por eso es tan importante prevenir estos efectos sociales”, recalca Vieta. Por el contrario, la depresión destaca por pérdida de motivación y voluntad, falta de energía, hipersomnia o aumento de hambre, entre otros síntomas. Además, uno de cada ocho pacientes tiene síntomas mixtos, es decir, se mezcla manía con depresión. “Pueden estar desesperados, con ganas incluso de suicidarse, pero con mucha energía”, señala Eduard Vieta.

Los episodios de depresión o manía pueden durar meses o incluso años. Los depresivos suelen ser más frecuentes y pueden cronificarse con mayor facilidad, pero es en los de manía cuando se producen más agitaciones que requieren atención urgente. Es importante detectar pequeñas señales y actuar antes de que sea necesario reducir a la fuerza a la persona. “La contención física es una experiencia muy negativa y humillante para el paciente”. Por suerte, afirma este experto, la mayoría de veces se puede actuar antes. Además, recientemente ha salido al mercado un nuevo tratamiento,
un fármaco inhalado, que tiene una acción incluso más rápida que un inyectable intramuscular, casi equivalente a un intravenoso, y que en muchos casos evitará medidas más agresivas.

El suicidio es una de las consecuencias más graves. Normalmente se produce en la fase de depresión. No obstante, la bipolaridad puede controlarse con el tratamiento adecuado. El tratamiento es indefinido. Aunque el farmacológico en algunos casos se puede llegar a retirar siempre necesitarán apoyo psicológico. La psicoeducación es clave. “Les enseñamos a modificar su estilo de vida para adaptarse a la enfermedad, como con cualquier otra patología”, indica Vieta. Los pacientes aprenden a detectar cambios en el comportamiento para poder actuar antes de que pierdan la conciencia de que están enfermos.

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