Stents farmacoactivos que se desintegran en la coronaria

stent-con-polimero-bioabsorbible-synergy-pngJOAN OLIVA. París. Las personas con lesiones en las arterias coronarias que les provocan síntomas de angina de pecho o infarto de miocardio tienen, desde hace años, la solución de la mano de los stents, diseñados para restaurar el flujo sanguíneo mediante la apertura del vaso obstruido. Se trata de mallas cilíndricas metálicas o de cromo-platino que, además, pueden liberar un fármaco mediante un polímero, una técnica experimentada en España desde el año 2002-2003, primero con stents convencionales, después con fármacoactivos.

“En las primeras generaciones de stents que utilizábamos, se vio que uno de los problemas que podía aparecer tras el implante era la formación de trombos. Uno de los factores que se ha visto que está implicado en ese proceso es la existencia del polímero, el plástico transportador del fármaco que se quedaba de por vida en el organismo y generaba inflamaciones a largo plazo,”, explica Eduardo Pinar, jefe de sección de cardiología intervencionista del Hospital Virgen de la Arrixaca, de Murcia. La solución a este inconveniente ha venido de la mano del único stent de polímero biodegradable entre los comercializados hasta ahora, el Synergy de BS, que libera el fármaco a la vez que el polímero se va absorbiendo gradualmente con el tejido celular durante un periodo de tres meses tras su implantación en las arterias coronarias.

Eso se consigue porque el fármaco everolimús se aplica sobre una capa ultrafina abluminal en la parte externa del stent. Este fármaco es un medicamento antiproliferativo, que inhibe en parte la proliferación celular que daría lugar a una reestenosis por estrechamiento del mismo stent. “Se libera el fármaco sobre la superficie endotelial de la arteria, con lo que se recubre de una cierta cantidad de tejido suficientemente para separar el metal de la sangre, pero no lo bastante grande como para cerrar de nuevo la arteria”, esgrime a su vez José Díez, del Hospital Universitario Juan Ramón Jiménez, de Huelva.

La colocación de este stent biodegradable se realiza mediante intervención percutánea, bien por la arteria femoral en la ingle o bien por la arteria radial en la muñeca, y se conduce hasta las arterias coronarias. En 2012, el último año con datos registrados en España, se llevaron a cabo 60.000 procedimientos de intervencionismo coronario percutáneo, y se implantaron alrededor de 90.000 stents. Es decir, una media de 1,5 stents por paciente e intervención. Si bien un stent metálico cuesta unos 600 euros y uno fármacoactivo en torno a los 1.000, un 60% de esos 90.000 stents implantados al año son fármacoactivos, y de esos todavía hoy en día los de polímeros bioabsorbibles representan un porcentaje muy pequeño.

Con la nueva generación de stents, lo que antes era una recomendación estricta de un año de aspirina más un segundo medicamento antitrombótico como el copidogrel u otros, ahora ya se reduce a seis meses, e incluso a tres. En aquellos pacientes que no puedan tomar esa medicación se sigue recurriendo a los stents no recubiertos de fármacos.

Datos como el estudio EVOLVE a tres años abonan el buen rendimiento de este stent. “La revascularización de las lesiones tratadas sigue siendo muy baja, con un índice del 1,1%, sin observarse trombosis del stent al cabo de tres años” ha declarado a Medicina Ian Meredith, director del MonashHeart, del Monash Medical Centre en Melbourne, Australia.

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