Principales afecciones oculares: cómo abordarlas teniendo en cuenta su prevención y tratamiento

El verano es un tiempo propicio para el aumento de lesiones oculares. Si hablamos de salud ocular, debemos tener en cuenta las 2 zonas diferenciadas en el ojo: la película lagrimal y la zona palpebral.

La película lagrimal es una capa fluida y sutil que recubre la superficie externa del globo ocular y juega un importante papel para la funcionalidad del ojo.

Podemos decir que nuestro ojo es un sistema dinámico en equilibrio, el cual está protegido por la película lagrimal, llevando a cabo distintas funciones: óptica, trófica, lubricante, limpiadora y defensiva.

Por tanto, para contar con una buena salud ocular, esta película debe estar sana e inalterable.

Hay varios factores implicados en el desequilibrio de la película lagrimal: ambientales (luz artificial y contaminación), alérgenos (polvo, humedad, polen, etc.), condiciones hormonales (menopausia o píldora anticonceptiva), consumo de fármacos (antihistamínicos o antibióticos), el uso prolongado de lentes de contacto, alteraciones de la tiroides, etc.

Cuando tiene lugar este desequilibrio, entre los síntomas más comunes encontramos: ardor, irritación, fotofobia, lagrimeo abundante, picor, intolerancia a las lentes de contacto, enrojecimiento de la conjuntiva o cansancio visual.

Al producirse la alteración de la funcionalidad lagrimal, es cuando nuestro ojo queda vulnerable a sufrir diferentes agresiones, tanto físico-químicas como infecciosas:

– Afecciones oculares por lentes de contacto: queratitis, abrasión de la córnea, sequedad ocular o iritis.

– Conjuntivitis: bacterianas, micóticas, virales o alérgicas.

Por otro lado, el párpado también ejerce una importante función protectora. Es una de las partes más delicadas del rostro (cabe mencionar que la piel de esta zona tiene un grosor de solo 0,05mm) y actúa defendiendo al ojo de la luz, del aire, del polvo y de los factores externos que pueden ser dañinos.

Como la piel del párpado es tan vulnerable, es posible que se irrite con facilidad, de forma que se puede producir una dermatitis palpebral. Se trata de una patología inflamatoria bastante frecuente que puede ser aguda o crónica y afecta, sobre todo, al párpado superior, aunque se puede extender a la zona periocular.

En muchas ocasiones, puede aparecer justo después de una terapia farmacológica y acabar cuando la terapia se suspende, y cabe mencionar que los antibióticos y los antiinflamatorios no esteroideos están entre los fármacos que producen estas reacciones más a menudo.

Hay varios tipos de dermatitis: alérgica de contacto o irritativa (por reacción a productos cosméticos o estrés), seborreica (por desequilibrio inmunitario) o infecciosa. En casi todos los casos los síntomas suelen ser picor e irritación, sensación de ardor, hinchazón localizada en el párpado (o en zonas contiguas), conjuntivitis o presencia de vesículas o costras.

TRATAMIENTO CONVENCIONAL

Para tratar tanto estas afecciones como las explicadas al inicio del artículo, el tratamiento común consiste en aplicar colirios o cremas corticoides.

Por lo que respecta a los colirios, suelen ser descongestionantes (los cuales cuentan con sustancias vasoconstrictoras, que aumentan el riesgo de producir una congestión de rebote), antiinflamatorios (a base de corticosteroides que, si son usados durante mucho tiempo, pueden llevar a un aumento de la presión ocular) o antimicrobianos (que contienen antibióticos o antivirales, generando sequedad ocular).

El diagnóstico de este tipo de molestias, sobre todo si es por agentes microbianos, es muy difícil de esclarecer, por eso es un riesgo utilizar colirios con base antimicrobiana, sin haber tenido una revisión médica, pues un tratamiento incorrecto, puede agravar considerablemente la molestia, pudiendo ocasionar daños en algunos casos de manera irreversible.

En referencia a las cremas a base de corticoides, utilizadas convencionalmente en caso de dermatitis palpebral, su uso puede conllevar un efecto rebote: los corticoides no reducen la carga microbiana relacionada con dicha patología, aunque sean un antiinflamatorio potente; por lo que, pasada la mejoría de la fase inicial, vuelve a aparecer la dermatitis de manera más agresiva, lo que origina un círculo vicioso.

Además, si se aplican corticoides constantemente, especialmente en zonas de la piel delicadas (como la cara), aparecen algunos efectos colaterales, como el aumento de granos o vello, o las dilataciones capilares.

Para evitar estas posibles contraindicaciones o efectos adversos se ofrecen en farmacias unas líneas de productos para el tratamiento de las principales problemáticas oculares, garantizando una total inocuidad, siendo aptos para niños, embarazo y lactancia, y para veganos. M.T. T. (SyM)

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