¿Por qué nos creemos las noticias falsas?

Por Jordi Rovira, periodista .

Según un estudio del MIT, las noticias falsas se propagan más rápido que las reales. La situación de alarma sanitaria ha sido un exponente.

Estamos rodeados de informaciones falsas. Las famosas fake news  se comparten a una gran velocidad y generan todo un debate en la sociedad -y en la profesión periodística- sobre la credibilidad de la información.

Pero,¿por qué tienen tanto éxito? Un macroestudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) -elaborado por Sinan Aral, Soroush Vosoughi y Deb Royi titulado La difusión de noticias verdaderas y falsas en línea – publicado en marzo del pasado año en la prestigiosa revista Science – llegaba a la conclusión de que se propagan con mucha más velocidad que las verdaderas sencillamente porque son más atractivas que los hechos objetivos y contrastados. No en vano, las noticias falsas son todo un desafío de primer orden para las democracias de todo el mundo, advirtieron los ponentes del Foro Iberoamericano celebrado en Madrid hace unos meses.

Las conclusiones del macroestudio -por el que analizaron 126.000 historias difundidas en Twitter entre los años 2006 y 2017, con más de 4.5 millones de tuits de unos tres millones de personas apuntan que las noticias falsas están mejor noveladas y son más originales que las reales. Además, disparan una respuesta emocional más intensa que un tuit normal. Por ello, según los autores del estudio, tienen un 70% más de posibilidades de ser replicadas. “La falsedad se difunde significativamente más lejos, más rápido, más profunda y más ampliamente que la verdad en todas las categorías de información”, apuntan los autores en el estudio.

Política, sobre todo

Además, los autores del estudio, señalan que la competencia con las mentiras se fuerza dura ya que, según su trabajo, una noticia real debe ser hasta seis veces más larga que una de falsa para llegar a 1.500 personas. Es decir, que una fake new de un único párrafo llega rápidamente a este número de personas mientras que una de cierta debe estar mucho más elaborada para obtener la misma audiencia.

Aral, Vosoughi y Roytambé detectaron que la política es el ámbito más abonado a las mentiras. “Los efectos fueron más pronunciados por noticias políticas falsas que por noticias falsas sobre terrorismo, desastres naturales, ciencia, leyendas urbanas o información financiera”, aseguran sus autores.

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos de hace tres años o las más recientes elecciones en Brasil  han dejado claros ejemplos en este sentido. Pero esto no quiere decir que los políticos sean las únicas víctimas propicias de estas mentiras. Ni mucho menos. Los ciudadanos a menudo también están bloqueados.

El año pasado, un artículo en El País  relataba los problemas que vivió un ciudadano, Francisco Canas, a raíz de una noticia falsa -en la que iba incluida su foto- que se viralizar rápidamente por las redes sociales y donde se le acusaba de agredir y robar a una mujer de 64 años de Algeciras, cuando no era así. “Se encuentra en busca y captura. Pásalo! “, Finalizaba el texto. La Policía incluso tuvo que pedir a su cuenta de Twitter que la gente dejara de compartir aquella información falsa. Y este es sólo uno de los muchos ejemplos sobre las consecuencias de las mentiras en ciudadanos inocentes.

Ya lo decía Spinoza

A pesar de toda la literatura escrita últimamente sobre este tema, lo cierto es que el debate sobre la información falsa es mucho más antiguo que el generado por las fake news y su rápida difusión a través de las redes sociales. En general, sin embargo, los expertos nos dicen que los humanos tendemos a creernos lo que nos cuentan. Vamos, que somos ingenuos. Prueba de ello es el estudio ( No te puedes creer todo lo que lees ) -toda una referencia en la materia- que en 1993 los psicólogos estadounidenses Daniel Gilbert, Romin W. Tafarodi y Patrick S. Malone publicaron en Journal of personality and social psychology. Los autores del estudio sometieron a un grupo de personas en informaciones reales donde había algunos datos falsos y la conclusión de que en extrajeron es que en la primera fracción de segundo en la que recibimos la información nos creemos todo lo que nos están diciendo. Por lo tanto, el ser humano acaba siendo víctima de su propia ingenuidad.

El estudio partía de un debate muy antiguo entre Descartes y Spinoza. El primer sugería que las personas deben poder comprender las afirmaciones sin creérsela las mientras que Spinoza defendía, en cambio, que debería ser así pero que no pueden. El experimento, pero, corroboró la hipótesis que la compresión de la información recibida incluye una creencia inicial en la información contenida. Y esto, por lo tanto, ayuda a entender la propagación actual de las fake news . El debate, pues, viene de lejos y todo apunta a que va para largo …especialmente en estos tiempos de teórica post pandemia.