Los niños de hoy vivirán menos años por la OBESIDAD

Los expertos alertan que las complicaciones de salud asociadas al exceso de peso

Los médicos detectan un 20% de niños obesos a edades muy tempranas, de 3 a 5 años. La actual generación de niños vivirá menos, tendrá una esperanza de vida inferior a la de sus padres o abuelos por culpa de la obesidad y el sobrepeso, una epidemia infantil que comienza a pasar factura a edades cada vez más tempranas. El 35% de menores con exceso de peso tiene grasa en el hígado y el 40%, prediabetes. Estos son los datos en verano de 2021, cuando la pandemia parece que se va alejando poco a poco de nuestras vidas cotidianas.

Cuatro de cada diez niños españoles de entre 6 y 9 años tenían exceso de peso antes de la pandemia, y también el 35% de los que tenían entre 8 y 16 años, según los dos estudios científicos más reputados sobre obesidad infantil (véase infografía en la siguiente página). Y estos porcentajes, aseguran pediatras y endocrinos, han crecido durante el último año porque niños y adolescentes han tenido menos actividad física, han salido menos de casa, han visto suspendidas muchas de sus extraescolares y han pasado muchas más horas sentados ante las pantallas. El resultado, alertan, es que en sus consultas cada vez ven más niños con resistencia a la insulina o prediabetes, hipertensión, dislipidemia (alteración de los niveles de colesterol y lípidos en sangre), pubertad precoz… Y tienen conocimiento de más casos de diabetes e hipercolesterolemia en adultos jóvenes, a edades muy inferiores a las que solían iniciarse estas enfermedades, tradicionalmente asociadas al envejecimiento.

La pandemia. Menos ejercicio y más kilos

“Con el confinamiento el 90% de los niños ha aumentado de peso –incluso los que no tienen problemas– y hemos notado que nos derivan más pacientes por obesidad infantil, y llegan con una obesidad importante o alguna patología asociada ya a los ocho años, y eso significa que empezamos a ver casos de acumulación de grasa en el hígado, de hipertensión y colesterol ya en la adolescencia, y eso antes apenas se veía”, relata Sandra Ortigosa, endocrina infantil en el hospital del Mar de Barcelona.

“Es un tema de cronología en el tiempo; el inicio de estas patologías se va adelantando, se ven en personas jóvenes, y la hipertensión y la diabetes tipo 2 acortan la duración de la vida y empeoran la calidad de los años vividos, así que si se manifiestan antes reducen la esperanza de vida y suponen una mayor carga de enfermedades asociadas”, explica José Manuel Moreno Villares, coordinador del comité de Nutrición y Lactancia de la Asociación Española de Pediatría (AEP).

Marta Ramón Krauel, jefa de endocrinología pediátrica en el hospital Sant Joan de Déu, apunta que el 70% de los niños que son obesos antes de la adolescencia serán obesos de adultos, y entre los que llegan obesos a la adolescencia, el porcentaje sube hasta el 80%. “Y la obesidad tiene muchas complicaciones metabólicas en la vida adulta, se relaciona con la diabetes, el cáncer, la hipertensión, enfermedades cardiovasculares… de modo que acorta la esperanza de vida”, detalla.

La tendencia. Obesidades más tempranas y más graves

Ramón agrega que, además, las obesidades infantiles que atienden cada vez son más graves, de más kilos e índices de masa corporal más altos. Por su parte, Idoia Labayen, profesora de Fisiología y Nutrición de la Universidad Pública de Navarra, donde dirige el grupo de investigación Elikos sobre nutrición, actividad física y salud, subraya que, cuanto antes empieza la obesidad, antes lo hacen las complicaciones, “y estamos viendo porcentajes de niños con exceso de peso del 20% en edades muy tempranas, de entre 3 y 5 años”. Y añade que eso significa que esos niños van a tener tensión alta, grasa en el hígado y más problemas de diabetes y cardiovasculares seguramente antes de llegar a ser adultos. “El 35% de niños con sobrepeso u obesidad tienen esteatosis hepática, acumulación de grasa en el hígado, y eso multiplica por cinco el riesgo de diabetes; de hecho, ya vemos niños de 10 o 12 años con resistencia a la insulina, que es una prediabetes, y la padecen alrededor del 40% de los menores con sobrepeso”, ejemplifica la investigadora. A eso se suma, dice, que los niños con obesidad también suelen tener problemas de autoestima que afectan a su salud mental, que es tan importante como la física.

Los padres. Sin conciencia del problema

Y continúa: “De ahí que la predicción de la OMS de que esta generación de niños vivirá menos, porque sus problemas de salud irán a más si no se pone remedio”. La cuestión, enfatiza Labayen, es que hace tiempo que el mundo científico y médico tiene claro que la obesidad, también la infantil, es una enfermedad, pero esa percepción no es la misma a nivel social, y muchos de los padres de niños con exceso de peso no piensan que eso sea un problema de salud.

Así queda reflejado en los resultados del estudio Aladino 2019 –un estudio transversal de las medidas antropométricas de la población española de 6 a 9 años y de factores asociados con la obesidad infantil–, que muestra como nueve de cada diez progenitores de un niño con sobrepeso piensan que su hijo tiene un peso normal. Y lo mismo ocurre con cuatro de cada diez de los que tienen una criatura con obesidad (véase gráfico junto a estas líneas).

El problema, coinciden todos los especialistas consultados, es que a menudo los padres, primos, abuelos o amigos de esos niños también tienen sobrepeso, y todos se ven “normales” en ese entorno, de modo que no tienen la percepción de que haya un problema y, en consecuencia, tampoco piensan en ponerle solución. Conxa Castell, jefa del servicio de Promoción de Vida Saludable y Prevención de Enfermedades Crónicas no transmisibles de la Generalitat de Catalunya, asegura que eso se aprecia en los estudios sobre obesidad infantil basados en encuestas, porque los datos declarados por los padres siempre están infraestimados y arrojan porcentajes de sobrepeso inferiores a los de los estudios en que se toman peso y medidas a los niños. No obstante, dice, esos estudios son útiles para comparar y analizar la tendencia. Es el caso de la Encuesta de Salut de Catalunya (ESCA). Los datos de 2019-2020, que ya incluyen el efecto de la pandemia, permiten apreciar un ligero incremento de la obesidad en la población entre 6 y 12 años, más acusado en el caso de las niñas, ya que el porcentaje de obesas ha pasado del 6% del 2018-2019 al 9,3%.

La clase social. A mayor pobreza, más incidencia

Pero las diferencias más acusadas en cuestión de obesidad infantil no se observan en los análisis por sexo, sino en los que tienen en cuenta la clase social, los ingresos familiares y el nivel educativo. “Entre los niños de clase económicamente desfavorecida, sobre todo si la madre solo tiene estudios primarios o no tiene estudios, hay el doble de prevalencia de sobrepeso y obesidad”, apunta Castell.

Labayen explica que en Navarra, en el marco del estudio Pasos realizado por la Fundación Pau Gasol, analizaron una muestra representativa de escolares y vieron que solo el 25% de los niños de familias autóctonas o con nivel adquisitivo alto mostraban sobrepeso u obesidad, frente al 40% de niños de familias inmigradas o de menor nivel educativo y económico.

“A mayor pobreza más incidencia de obesidad, con diferencias de hasta 15 puntos, lo hemos visto también en las escuelas de Madrid”, coincide Moreno Villares, para quien la obesidad infantil se está convirtiendo en un problema de niños con pocos recursos, ya que en los últimos años se ha observado que los mensajes de prevención sí han calado entre las familias con mayor nivel educativo y mayores ingresos, y en ese grupo la prevalencia está disminuyendo.

“Muchas veces es más fácil y barato comprar un zumo, unas patatas o algo precocinado que frutas y verduras que además hay que cocinar, y dejar al niño en casa que ocupar su tiempo en actividades que promuevan el ejercicio”, coinciden Ortigosa y Moreno. Porque, dice este último, se habla del sobrepeso como si fuera un problema relacionado solo con la alimentación “pero tiene mucho que ver con cómo vivimos”.

De ahí que en los últimos años las autoridades sanitarias hayan comenzado a revisar sus estrategias para combatir la obesidad infantil para focalizarse en las familias con más dificultades económicas e implicar a entidades de su entorno –escuelas, asociaciones, centros culturales y deportivos– en la promoción de hábitos y de actividades saludables.

En el caso de Catalunya, explica Castell, en el 2019 eligieron el barrio de La Mina de Sant Adrià del Besos, áreas de Osona y de la periferia de Tarragona con mucha población inmigrada para probar un plan piloto contra la obesidad infantil. “La idea era implicar a todas la entidades sociales de la zona –desde la Cruz Roja, centros de salud, escuelas, institutos, bibliotecas, polideportivos…– en la organización de talleres y la distribución de mensajes sobre crianza, lactancia, consumo de frutas y verduras, cero bebidas azucaradas, más actividad física… y lograr que además, coordinados por una dietista nutricionista, pongan en marcha actividades que impulsen hábitos saludables en ese entorno”, explica. Todas esas actuaciones se vieron muy afectadas y retrasadas por la pandemia y ahora se están reactivando. Mayte Rius

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