Lesiones cerebrales detectadas precozmente

la-tractografia-de-la-imagen-superior-con-tecnologia-de-general-electric-permite-ver-en-pngLa tractografía diferencia las áreas funcionales para evitar secuelas

El cerebro es el órgano más complejo de nuestro organismo. Con la resonancia magnética (RM) se puede visualizar toda la morfología del cerebro, de la misma manera que si lo cortáramos en dos. Sin embargo, hay aspectos que las imágenes estructurales no consiguen abarcar. Mediante las técnicas de difusión es posible analizar la estructura más interna del cerebro. Miden la cantidad de movimiento de las moléculas de agua en un tejido. Estos movimientos moleculares varían en función del medio en el que se encuentren. Cuando hay una lesión, se altera la distribución del agua y el movimiento de las moléculas varía. Las técnicas de difusión son capaces de detectar estos cambios mucho antes de que se produzca una alteración estructural detectable mediante la RM convencional.

En la clínica diaria, la imagen de difusión se utiliza sobre todo en enfermedades cerebrovasculares agudas o para distinguir procesos infecciosos (abscesos) de tumores. Cuando se produce un infarto cerebral agudo, por ejemplo, la lesión puede no ser visible en la RM, en cambio, con la difusión ya se pueden ver pequeñas alteraciones. “En la zona infartada entra agua en las células y éstas se hinchan, lo que se conoce como edema citotóxico. Al aumentar el espacio intracelular, el movimiento molecular varía”, explica Juan Álvarez-Linera, jefe de sección de neurorradiología del hospital Rúber Internacional de Madrid y jefe del departamento de Neuroimagen de la Fundación CIEN-Fundación Reina Sofía. Este hallazgo es relevante porque se puede detectar el infarto fases muy precoces y, de esta manera, valorar su tamaño y extensión para decidir el mejor tratamiento. “De otra manera no podemos determinar dónde se ha producido el infarto ni qué extensión tiene, y este factor es muy importante de cara al tratamiento”, añade. Si se localiza un infarto pequeño en la fase aguda localizado en el área de los ganglios basales, lo que se conoce como infarto lacunar, por ejemplo, no están indicados los trombolíticos.

Una especialización de la imagen por difusión es la imagen por tensor de difusión (DTI). Esta es una técnica muy sensible para ver pequeñas alteraciones en la ultraestructura de la sustancia blanca. El empleo de esta técnica tiene una gran utilidad en investigación. Es el caso de enfermedades como la esclerosis múltiple. “En esta patología se producen lesiones ocultas en la sustancia blanca que no se ven en las imágenes convencionales”, apunta Álvarez-Linera.

La tractografía es una especialización de la imagen de tensor de difusión que permite visualizar los tractos neuronales. Éstos enlazan el cerebro con el resto del cuerpo en una entramada red de conexiones entre las diferentes áreas cerebrales. Aunque en la clínica el uso de la tractografía es todavía reducido, presenta utilidades muy interesantes. Permite ver en tres dimensiones los principales fascículos funcionales del cerebro. “Somos capaces de independizar un fascículo y saber su relación con cualquier lesión cerebral. Si se tiene que operar a un paciente que tiene un tumor cercano a la vía motora, es muy interesante poder verla para que en la planificación quirúrgica el cirujano no lesione esta vía”, señala Álvarez-Linera. El tracto piramidal, es el fascículo más importante. Por él transcurre toda la información motora, desde la corteza cerebral a la médula. Si se lesiona este tracto el paciente puede quedar hemipléjico. De hecho, en la actualidad esta técnica se emplea de forma casi rutinaria en la planificación quirúrgica a nivel de cerebro, sobre todo en tumores, epilepsia y malformaciones vasculares. Con ella, asegura este especialista, “disminuyen mucho las secuelas post tratamiento”.

La investigación se centra ahora en los estudios de conectividad cerebral. El objetivo es trazar mapas de todo el cerebro no sólo para conocer mejor su funcionamiento sino para poder ver cómo influyen las enfermedades en él y cómo éste se adapta a las enfermedades. “A medida que se producen lesiones, la conectividad se altera y, a su vez, el cerebro trata de adaptarse a las lesiones modificando la conectividad de otras zonas”, explica Álvarez-Linera. Poder detectar estos cambios puede ayudar a localizar el foco y las consecuencias de la enfermedad. Se está trabajado mucho en epilepsia y en la enfermedad de Alzheimer. La conectividad es muy dinámica, no se modifica únicamente ante patologías, también con el aprendizaje y con la neurorrehabilitación, lo que abre una puerta a nuevas aplicaciones.

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