La recuperación poscovid

Brazos inmóviles, problemas al tragar, dolor muscular son secuelas del virus

La mayoría de quienes enfermaron de covid a lo largo de estos 12 meses y necesitaron ir al hospital tuvieron una neumonía bilateral. Las principales secuelas en los casos más graves se concentran lógicamente en sus pulmones, sus bronquios o en la red de vasos sanguíneos de los propios pulmones.

Pero también hay un grupo no desdeñable de personas que pasaron por la uci por esa neumonía terrible y que al salir les fallan las piernas o no pueden usar un brazo, tienen lesiones cardiacas, o daños difusos en el cerebro, o dolores de cabeza recurrentes, pérdida de olfato y gusto, daños en la musculatura que interviene en la deglución, hemiplejias, dolor muscular, desmielinización en algunas terminaciones nerviosas, como en la esclerosis múltiple…

“El propio virus produce una afectación multiorgánica. Y otra parte de estos daños se debe a largas estancias en la uci”, explica Judith Sánchez Raya, responsable del servicio de rehabilitación de Vall d’Hebron de Barcelona. “De hecho son secuelas que conocemos de otras muchas infecciones, pero veíamos tres al año, no diez al día”, explica Xavier Muñoz, neumólogo responsable del control de los enfermos covid que dejan el hospital. “Llevamos ya 1.300”. Desde hace un año han hospitalizado a unos 3.000 pacientes covid en este hospital.

A la mayoría de los rehabilitados que enfermaron en la primera ola ya les hacen el seguimiento a distancia. “La mayoría mejora”, aseguran los médicos. En las salas de rehabilitación que hay por varios puntos del hospital están todavía los de la segunda ola. Algunos ingresados. Otros, acudiendo cada día. Ya esperan a los de la tercera que vayan dejando las ucis. “Esta misma semana hemos dado de alta a un paciente que ingresó el 23 de marzo. Sigue las pautas de ejercicios desde casa”.

El servicio de rehabilitación de Vall d’Hebron se puso las pilas desde muy al principio, multiplicando por 10 el número de fisioterapeutas que acudía directamente a la uci para iniciar trabajos de recuperación respiratorios y motores con los enfermos de covid. Pero el trabajo les come, “y no hemos podido aún analizar nuestras propias cifras ya recogidas”, se lamenta Sánchez Raya.

Desde el punto de vista pulmonar , “el 90% de los que necesitaron hospitalización pero no llegaron a la uci está bien al cabo de los meses. También la mitad de los que pasaron por intensivos”, aclara el neumólogo responsable del seguimiento de los covid de este centro.

Pero entre los que no están en esas cifras, 4 de cada 10 de los que estuvieron en la uci y el 10% de los hospitalizados, tienen daños en los pulmones. “Son diez o doce posibles enfermedades que si no se vigilan y se tratan pueden derivar en fibrosis pulmonar, nuestro mayor miedo, porque puede llegar a ser irreversible”, explica Xavier Muñoz. A veces estas dolencias no son nada evidentes, ni siquiera dan síntomas “por ejemplo, personas que tienen daño muscular por su paso por la uci y no sabe si se cansa por eso o se cansa porque respira mal”.

Otro grupo más pequeño, uno de cada cuatro, tiene afectados los bronquios y necesita un tratamiento farmacológico que evite nuevas infecciones, más fáciles en estos casos. “Son secuelas que vemos en otras infecciones respiratorias o por inhalaciones tóxicas. La parte positiva es que el principal síntoma es la tos, así que no suele pasar inadvertida”. Otro pequeño grupo lo componen los que tienen problemas de circulación en los pequeños vasos sanguíneos que intervienen en la respiración.

Aparte de las secuelas respiratorias, los pacientes covid de los hospitales tienen daños en cualquier parte del cuerpo: Alteraciones cardiacas, como una hipertensión nueva o taquicardias; cefaleas en personas que nunca antes habían tenido, déficit muscular severo en brazos y piernas, inflamaciones en el cerebro o problemas de coagulación que causan un daño difuso, como si hubieran tenido un ictus; pérdida de olfato y gusto; daños en nervios periféricos que dejan inmóvil un brazo o un pie, problemas al tragar como consecuencia de haber sido intubados y la debilidad muscular, incluso lesiones en la piel.

Cuentan en Vall d’Hebron que este mosaico de secuelas, sobre todo las motoras, a veces recuerda al síndrome tóxico, el que causó el aceite de colza desnaturalizado hace más de 40 años.

“Es una rehabilitación lenta, hay que ir poco a poco. Y larga. Tenemos pacientes con casi un año con sus déficits. Y no sabemos si en algunos casos serán definitivos. Aunque sí vemos que la gran mayoría recupera. Pero no sabemos predecir qué casos se recuperan y cuáles no”, señala Sánchez Raya.

Demasiada incertidumbre todavía. Gracias a poder hacer el seguimiento de todos y cada uno de los covid que han pasado por las salas del hospital esperan llegar a un mayor conocimiento. “Podremos comparar con quienes no tienen secuelas”, apunta Muñoz. “Y sabremos si esa intervención temprana de la rehabilitación en la uci, por ejemplo, ha servido para reducir los días de estancia”, plantea Sánchez Raya.

Los datos se van amontonando a más velocidad que el tiempo disponible para analizarlos. La lista de preguntas crece y muchas de las respuestas esperan llegar a través de estudios genéticos. Porque las posibilidades que ofrece este virus son amplias. “Como otros muchos virus y bacterias, eso sí”, defiende el neumólogo.

A veces tienen sorpresas muy agradables, como que una persona que pasó semanas en la uci y tenía los pulmones endurecidos por la temida fibrosis, revierta esta situación completamente. Ana Macpherson

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