La prevención del sarampión

Dr. Antoni Trilla. Epidemiólogo. Hospital Clínic de Barcelona

La realidad nos repite, de forma persistente, un mensaje alto y claro: si dejamos de vacunarnos, vuelven las enfermedades.

La prevención del sarampión se basa en una vacuna segura, efectiva y económica (la triple vírica) de la que hace años que disponemos. Para prevenir las epidemias de sarampión en una población concreta es necesario alcanzar un 95% de cobertura vacunal (dos dosis de vacuna). En el mundo tenemos hoy niveles de cobertura vacunal del 70%. Si dejamos de vacunarnos, vuelven las enfermedades.

La epidemia de sarampión que sufre hoy Samoa, un pequeño país del pacífico sur, es singular y un ejemplo de lo que puede llegar a suceder. Más de 5.000 casos y más de 70 muertos (el 85% son niños de menos de 5 años), una tasa de mortalidad muy elevada: supera el 1% cuando lo habitual es el 1-2 por mil casos. A partir de un terrible accidente en el que murieron dos niños por un error humano (se confundió el disolvente de la vacuna con un fármaco anestésico), la desinformación, rumores interesados y mentiras anti-vacunación se extendieron por el país. El resultado: caída de las tasas de cobertura vacunal al 31%, cuando en el 2016 eran del 60% y en el 2013 del 90%. Y el sarampión ha vuelto a Samoa.

Esta enfermedad, muy contagiosa, no es más que el canario en la mina de carbón de otras enfermedades prevenibles por la vacunación. La situación actual, del todo inaceptable, es una seria llamada de atención para que aumentemos nuestra protección frente a otras posibles epidemias.

La reticencia a la vacunación es una amenaza para la salud pública, especialmente en países de renta alta y con buenos sistemas sanitarios públicos, como los de la UE. España y Catalunya mantienen una situación privilegiada: la población confía mayoritariamente en los profesionales sanitarios (la fuente principal de información) y vacuna con normalidad a sus hijos. Las tasas de vacunación son altas. Ello nos dota de la inmunidad de grupo suficiente para que el sarampión no se transmita de forma sostenida ni continuada en nuestro país, en nuestra ciudad, en las escuelas ni en nuestros hogares.

La vacunación protege a los que se vacunan, pero es a la vez un acto de solidaridad que sirve para proteger a aquellos que no se pueden vacunar. No es ético ni aceptable que una pequeña parte de la sociedad se aproveche de esta situación y deje sin vacunar a sus hijos. Colocan a su propia familia en riesgo y a todos nosotros también. Si dejamos de vacunarnos, las enfermedades regresan, y pueden tener consecuencias graves.

LV

 

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