La mortalidad por covid-19 de los mayores de 80 años puede alcanzar el 47%

La edad, ser varón y el estado funcional deficiente en el preingreso -no las comorbilidades- se asocian de forma independiente con la mortalidad hospitalaria. El estudio de la SEMI confirma la alta tasa de mortalidad por covid-19 grave entre pacientes muy ancianos.

Al margen de factores como un confinamiento tardío, un tipo de SARS-CoV-2 más agresivo que el asiático, la inexistencia de terapias o el colapso hospitalario, uno de los que ha podido agravar la situación en España es la longevidad de su población, con un 6,2% de sus habitantes mayores de 80 años. Es bien sabido que la mortalidad por covid-19 se catapulta progresivamente a partir de los 60-70 años.

El último estudio de la Sociedad Española de Medicina Interna derivado del Registro SEMI-Covid-19 se centra precisamente en lo ocurrido en los pacientes mayores de 80 años hospitalizados. Es un análisis observacional y retrospectivo con datos de 2.772 personas (49,4% varones) de 150 hospitales recabados entre el 1 de marzo y el 29 de mayo, el periodo más crítico, hasta ahora, de la pandemia. Los resultados de dicha investigación, que firman 25 internistas y ha sido dirigida por José Manuel Ramos Rincón, coordinador del Grupo de Enfermedades Infecciosas de la SEMI e internista en el Hospital General de Alicante, acaban de aparecer en Journal of Gerontology Series A: Medical Sciences, bajo el título “Clinical Characteristics and Risk Factors for Mortality in Very Old Patients Hospitalized with COVID-19 in Spain”.

El registro de la SEMI, uno de los más completos del mundo, recoge datos sociodemográficos, antecedentes médicos, tratamientos de rutina, presentación clínica, pruebas de laboratorio, hallazgos radiológicos, manejo clínico, complicaciones intrahospitalarias, duración de la estancia hospitalaria, readmisiones, derivaciones y muertes intrahospitalarias.

Progresión letal

A finales de mayo incluía 12.487 pacientes diagnosticados de covid-19, de los que 2.839 (22,7%) tenían más de 80 años; se excluyeron 67 que aún seguían hospitalizados. De los 2.772 pacientes restantes, 1.471 (53,1%) estaban vivos tras el alta hospitalaria y 1.301 (46,9%) fallecieron (mortalidad intrahospitalaria), lo que supone una tasa de mortalidad del 46,9%, que varió del 41,6% (368/885 pacientes) en pacientes de 80-84 años al 54,2% (77/142 pacientes) en pacientes de más de 95 años. La proporción de pacientes que vivían en residencias de ancianos antes del ingreso era del 21,6%, cifra similar en los grupos de supervivientes y no supervivientes.

Una de las características que tuvieron en cuenta fue el grado de dependencia, medida por el índice de Barthel. Los porcentajes de dependencia moderada y severa entre los que fallecieron fueron más altos que en el grupo de supervivientes (28,4% y 24,7% frente a 24,3 y 17,8%, respectivamente). Un grado importante de dependencia fue un predictor independiente de muerte. “Nuestro estudio -dice José Manuel Ramos – es el primer informe que ha encontrado que el estado funcional en la preadmisión está relacionado con la mortalidad en adultos mayores de más de 80 años con covid-19; por lo tanto, la evaluación funcional es de vital importancia para establecer un pronóstico en ancianos con covid-19”.

Las comorbilidades más prevalentes fueron hipertensión (75%), dislipidemia (50,5%), enfermedades cardiovasculares no ateroscleróticas (34,4%), enfermedades cardiovasculares ateroscleróticas (30,8%), demencia (30,5%) y diabetes (25,6%). La proporción de enfermedades cardiovasculares, demencia, enfermedad renal moderada a grave y obesidad fue significativamente mayor en el grupo de fallecidos, pero no se observaron diferencias entre los grupos de supervivientes y no supervivientes con respecto a otras comorbilidades como hipertensión, diabetes, enfermedades pulmonares crónicas y malignidad. La carga de comorbilidades, evaluada mediante el índice de comorbilidad de Charlson (ICC) ajustado por edad, fue elevada en toda la población, pero mayor en el grupo de fallecidos. Aun así, “la ausencia de una correlación entre las comorbilidades, incluida la demencia, y la mortalidad en nuestra población muy anciana es sorprendente”.

“Nuestros datos coinciden con los de otras cohortes de Madrid y Nueva York”, añade José Manuel Ramos. “Se trata de pacientes hospitalizados muy vulnerables y frágiles y afectados enseguida por hiperinflamación, síndrome de distrés respiratorio y por el de disfunción multiorgánica”.

Signos de gravedad

Los síntomas más frecuentes fueron dificultad para respirar (61,5%) y tos (61,1%). La disnea y la anorexia fueron mayores en el grupo de no supervivientes, mientras que la diarrea fue más común en el grupo de supervivientes. Los signos de enfermedad clínica grave al ingreso (saturación de oxígeno menor del 90%, temperatura mayor de 37,8 ºC, hipotensión, taquipnea, confusión, puntuación ≥2 de qSOFA -escala que evalúa el fallo orgánico- o los infiltrados unilaterales-bilaterales en las radiografías de tórax, así como la presencia de estertores en el examen de tórax), fueron más frecuentes en el grupo de fallecidos.

Una mayor proporción de ellos presentaba leucocitosis, neutrofilia, monocitopenia y linfocitopenia, así como niveles más altos de glucosa plasmática, creatinina, lactato deshidrogenasa, aminotransferasas, proteína C reactiva, lactato, procalcitonina, ferritina, dímero D e interleucina-6. También tenían mayor grado de hipoxemia y de infiltrados bilaterales en los pulmones.

Se utilizaron hidroxicloroquina y lopinavir/ritonavir en el 75,7% y el 40,9% de los pacientes, respectivamente. La terapia antimicrobiana, incluidos betalactámicos y azitromicina, se indicó en el 75,9% y el 54,5% de pacientes. La principal terapia inmunomoduladora fueron los glucocorticoides sistémicos, que se utilizó en el 39%. Además, se utilizaron interferón beta-1b, tocilizumab y colchicina en el 7,4%, 2,8% y 1,5%, respectivamente. Los porcentajes de pacientes tratados con hidroxicloroquina y azitromicina en los grupos de supervivientes y no supervivientes fueron del 68,9% frente al 81,7% y del 50,5% frente al 58,1%. La proporción de pacientes tratados con betalactámicos, interferón beta-1B y corticosteroides sistémicos en los fueron del 79,0% frente al 73,2%, del 10,2% frente al 4,95% y del 43,4% frente al 35,2%. Por último, la proporción de uso de heparina de bajo peso molecular en los grupos de supervivientes y no supervivientes fue del 76,9% frente al 85,5%.

Catorce días de estancia

Las terapias de ventilación utilizadas con mayor frecuencia fueron la cánula nasal de alto flujo de oxígeno (7,3%) y la terapia no invasiva (3,9%). El síndrome de distrés respiratorio grave fue la complicación más común (grave 26,5%, moderado 9,9% y leve 7,0%), seguido de insuficiencia renal aguda (24,6%). Neumonía, insuficiencia cardíaca aguda, disfunción multiorgánica y sepsis ocurrieron en el 14,2%, el 13,9%, el 10,8% y el 9,3% de los pacientes hospitalizados.

En general, la mayoría de las complicaciones fueron más frecuentes en el grupo de fallecidos. Solo 33 pacientes (1,2%) ingresaron en la unidad de cuidados intensivos. La mediana de la estancia hospitalaria fue de 14 días, observándose estancias más cortas en el grupo de no supervivientes. Ramos apunta que en aquel periodo crítico algunos pacientes ancianos no recibieron oxígeno de alto flujo por falta de medios ni tampoco muchos de ellos corticoides ni anticoagulantes. “La situación actual es distinta, menos sobrecargada y con protocolos más definidos”.

Ante la menor mortalidad en esta población que se ha encontrado en otros estudios y que reflejan las cifras ‘oficiales’ españolas -en torno al 30%-, el coordinador del estudio matiza que se trata de una serie retrospectiva centrada en pacientes hospitalizados. “Dado que presentaban una enfermedad más grave y una mayor tasa de mortalidad, nuestros datos pueden sobrestimar la mortalidad global”. Además, fueron recopilados durante el pico de la pandemia, “un periodo de abrumadora demanda en el sistema de salud”.

Esta investigación forma parte de las más de 70 en marcha ligadas al Registro SEMI-Covid-19, que contiene datos de más de 17.000 pacientes con infección por SARS-CoV-2 confirmada y que fueron atendidos por internistas -encargados del 80% de pacientes no críticos hospitalizados en España durante la pandemia-. En este registro, participan casi 900 médicos de 214 hospitales de todo el país. José R. Zárate-DM

También te podría gustar...