La biopsia líquida mejora la detección del tumor cerebral infantil

Esta prueba permite detectar recaídas en los pacientes incluso antes que las técnicas de imagen 

Cuando un tumor cerebral comienza a crecer y a desarrollarse en el cerebro, algunas de las células que lo componen mueren y liberan su ADN al líquido cefalorraquídeo que baña el sistema nervioso central. Ese material genético es detectable mediante una biopsia líquida y permite caracterizar el tumor y su evolución de forma precisa, tal como descubrieron en el 2016 investigadores del Vall d’Hebron Institut d’Oncologia (VHIO), liderados por el investigador de la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (Icrea) Joan Seoane. Ahora, por primera vez, ese mismo equipo ha aplicado esta técnica de biopsia ­líquida para identificar y cla­sificar el cáncer cerebral pediátrico más común, el meduloblastoma, que afecta a seis niños de cada millón. En un estudio llevado a cabo con 13 pacientes pediátricos menores de 14 años y publicado en Nature Communications, han demostrado que es posible detectar ADN circulante de este tumor con el que establecer un diagnóstico y un pronóstico sobre la enfermedad. Eso abre la puerta a aplicar medicina personalizada para reducir los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos. “En cáncer es imprescindible saber cómo es el tumor y qué características presenta en un momento concreto”, explica Seoane, director de Investigación Traslacional del VHIO. Ese conocimiento habitualmente se suele obtener con una biopsia, pero en el caso de tumores cerebrales y sobre todo del meduloblastoma, que afecta al cerebelo, resulta muy complicado biopsiar por su ubicación. Y, sin embargo, es crucial “ponerle nombre y apellidos al tumor”. En el caso de este cáncer cerebral infantil existe un amplio abanico de tumores con pronósticos muy distintos, desde los relativamente benignos, que tienen una supervivencia de más de 10 años del niño, hasta los muy agresivos, que provocan la muerte del menor en menos de un año. “Si sabemos el pronóstico, podemos adecuar el tratamiento y evitar efectos secundarios muy perjudiciales”, señala Joan Seoane, quien destaca que “algunos tratamientos muy agresivos conllevan problemas cognitivos y pueden generar tumores secundarios”.

El 90% de los niños con meduloblastoma desarrollan hidrocefalia, una acumulación de líquido cefalorraquídeo en el cráneo que les provoca una presión intracraneal muy elevada que hace que se tenga que drenar ese líquido y es el que Seoane y su equipo utilizan para realizar la biopsia líquida. “Analizamos el ADN, clasificamos el tumor y le otorgamos un grado de riesgo para saber cuán agresivo es. También lo usamos para monitorizarlo y saber si aparecen nuevas mutaciones para las que pueda existir algún tratamiento”, señala. En el caso de que se produzca una recaída –el 30% de niños la sufren–, la biopsia líquida permite detectar la recurrencia del tumor antes incluso que las técnicas de imagen, explica Laura Escudero, primera autora del estudio, lo que permite aplicar tratamientos de forma muy temprana, lo que podría mejorar la respuesta del paciente. Ahora Joan Seoane y su equipo quieren validar su estudio ­sobre esta técnica, hasta el momento financiado por la Fundación Fero y la Aso­ciación Española contra el Cáncer (AECC), en un grupo de entre 100 y 150 pacientes ­procedentes de distintos centros europeos, con la intención de que su investigación se pueda empezar a aplicarse en la práctica clínica lo antes posible. Cristina Sáez (LV)

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