Juan Fueyo, neurocientífico: “El cáncer podría ser una enfermedad crónica en 2040”

El neurocientífico español afincado en EEUU, centra su último libro en el cáncer, al que ha dedicado parte de su trayectoria. “El cáncer es el precio que pagamos por la evolución”.

Lleva más de 25 años investigando en Estados Unidos cómo atacar al peor de los tumores cerebrales a través de virus modificados mediante ingeniería genética. Pero Juan Fueyo (Oviedo, 1957) está convencido de que, contra el cáncer, además de la ciencia, también hay que emplear la palabra. “La era del silencio sobre el cáncer se acabó. Hay que hablar del cáncer, porque hacerlo salva vidas”, subraya el investigador del M.D. Anderson Cancer Center de Houston, que recientemente ha publicado “Cuando el mundo se detiene” (Ediciones B), una obra que “pretende llenar silencios» sobre «una enfermedad que queremos que pronto sea historia”.

Pregunta. En el libro, compara usted el cáncer con un político corrupto.

Respuesta. La célula del cáncer piensa solo en sí misma, es una célula egoísta. El cáncer está producido por una célula egoísta que rompe el contrato social, se multiplica y pone su supervivencia por encima de todo, como pasa con muchos políticos. Y en ambos casos, esa manera de actuar puede acabar produciendo su propia destrucción. La célula egoísta y el político corrupto acaban destruyendo tanto su entorno como a sí mismos.

¿Será el cáncer una enfermedad que podamos curar?
La historia indica que estamos entrando en una especie de era de Pericles para la investigación. Y si durante la Antigüedad, Grecia progresó más que ninguna otra civilización en Occidente, en la primera mitad del siglo XXI la investigación del cáncer está alcanzando un nivel que no pudimos predecir ni siquiera hace solo una decena de años. En 1975, en Estados Unidos sobrevivían al cáncer al año unos tres millones de pacientes. Ahora esa cifra es de 20 millones de personas y esperamos que aumente mucho más en la próxima década. Es espectacular el avance que se ha conseguido con nuevas terapias, como la inmunoterapia, que es una revolución. Supongo que no llegaremos nunca a conseguir eliminar por completo el cáncer, pero sí podremos convertirlo en una enfermedad crónica. Hay estimaciones que señalan que ese logro, conseguir convertir el cáncer en una enfermedad crónica, podría suceder en 2040.

¿Por qué cree que la curación no va a ser nunca posible?
El cáncer es el precio que pagamos por la evolución. Para que haya evolución, para que sea posible la diversidad de las especies, la replicación del ADN ha de ser imperfecta y producir mutaciones. Y mientras se produzcan mutaciones tendremos cáncer. La causa del cáncer, en último extremo, somos nosotros. Tenemos un mecanismo interno que lo favorece. Pero de la forma en que están avanzando los tratamientos médicos, creo que sí será posible convertir el cáncer en una enfermedad crónica, como ya lo son muchos otros trastornos.

¿Dejaremos de usar entonces la palabra cáncer como sinónimo de algo funesto?
A día de hoy seguimos utilizando expresiones como que el terrorismo es el cáncer de la sociedad y eso es terrible. Tenemos que dar dignidad a la palabra cáncer, que tenga la misma connotación que tiene cualquier otra enfermedad. Y también debemos evitar las metáforas que condicionan al paciente y lo señalan, como cuando llamamos héroes a los que sobreviven. El cáncer no es un fracaso moral y no depende de la actitud. Nadie habla en esos términos cuando se refiere por ejemplo a los trastornos cardiovasculares. Todo ese lenguaje multiplica el efecto de la enfermedad y deberíamos desterrarlo. Lo explicó muy bien Susan Sontag cuando tuvo por primera vez cáncer de mama y se dio cuenta de las conversaciones que había a su alrededor, que no ayudaban nada. Este libro es un grito, primero a favor de dar dignidad a los enfermos y después a la palabra cáncer. Debemos darle la dignidad que se merece.

¿Esa cronificación del cáncer se conseguirá con tratamientos menos duros para el paciente?
Hoy en día las cirugías y tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia son muy agresivos para el paciente. Pienso en las mujeres con cáncer de mama, a quienes está dedicado el libro, que muchas siguen teniendo que sufrir mastectomías completas o histerectomías. Muchas tienen que decidir qué músculo le van a quitar para reemplazar lo que se ha retirado con la cirugía. Hay que seguir investigando y encontrar otras maneras de disponer de tratamientos efectivos que permitan mejorar la calidad de vida de los pacientes.

Ahora mismo, como indica el título del libro, ha mucha gente se le ha parado el mundo porque le han dicho que tiene un tumor.
Es lo que cuentan los pacientes, que cuando reciben el diagnóstico, todo se para. Porque además, a partir de ahí, el cáncer se convierte en un trabajo de 24 horas al día. Tienes que ir a la quimioterapia, a la radioterapia, a las revisiones, ver qué alternativas de cirugía hay… Todo eso consume toda tu energía y tu tiempo. Afortunadamente hay una medicina basada en la evidencia que está dando muy buenos resultados. Y los avances que se están produciendo en campos como la inmunoterapia o la medicina de precisión son revolucionarios.

¿Cree que esos avances, que tienen un elevado coste, serán accesibles para todos los pacientes que los necesiten?
En Estados Unidos las estadísticas muestran que si eres mujer, pobre, soltera y negra tu pronóstico si tienes un cáncer de mama será peor que si fueras blanca, casada y rica. La economía o la estructura familiar influyen en el pronóstico. Hay ideología del tratamiento del cáncer. Y otro aspecto que habría que abordar es el del precio de los medicamentos. Sin las compañías farmacéuticas sería casi imposible desarrollar nuevas terapias, pero que obtengan beneficios debería estar correlacionado con unos precios accesibles para los pacientes. No hay que olvidar que muchos avances contra el cáncer empiezan en universidades y centros académicos públicos.

¿En qué punto está su investigación con el virus Delta24 para tratar tumores cerebrales?
Utilizamos adenovirus modificados genéticamente para que solo infecten a las células tumorales y despierten una reacción del sistema inmunitario. En los casos en los que funciona, el abordaje consigue destruir el tumor. Recientemente, la investigadora Marta Alonso, que estuvo con nosotros en Houston y ahora está en la Universidad de Navarra, ha publicado los resultados de un estudio clínico que ha empleado Delta24 en combinación con radioterapia en niños con un tipo de tumor localizado en el tronco cerebral para los que desgraciadamente no existen muchas alternativas terapéuticas. Los resultados de este estudio son prometedores y fueron publicados en la mejor revista de medicina clínica, el New England Journal of Medicine. Ahora se está planeando un estudio internacional en fase II para seguir con esta línea de investigación.

¿Cuáles son las ventajas de este tipo de abordaje?
Este tratamiento es capaz de despertar la respuesta inmune del paciente y puede llegar a curaciones con muy pocos efectos nocivos. El sistema inmunitario destruye el virus primero y luego se centra en el tumor, que se va eliminando poco a poco sin que se produzca inflamación, sin desencadenar los efectos que producen habitualmente otros tratamientos, como la radioterapia o la quimioterapia. El problema es que no funciona en muchos pacientes. Estimamos que responde alrededor de un 20% de los pacientes. Estamos intentando averiguar por qué sucede esto, y parece que el estado del sistema inmunitario y el momento en que se realiza el tratamiento influyen. De todas maneras, ese éxito del 20% promete que vamos a llegar a más. Todas las posibilidades que ahora nos da la tecnología de analizar miles de células de un tumor y ver cuáles son sus relaciones con su entorno, con otras células va a suponer un importante avance.

En el libro menciona también el tremendo potencial que puede tener en el futuro la manipulación del microbioma contra el cáncer.
Jennifer Wargo, una profesora de la institución donde trabajo, predice que las intervenciones sobre el microbioma serán una constante en los tratamientos del cáncer durante los próximos 10 años. Ahora mismo el conocimiento del microbioma comienza a aportar pistas de por qué algunos tumores pueden ser sensibles a nuevos tratamientos, como la inmunoterapia con anticuerpos contra los puntos de control. Creemos que cuando modificamos la inflamación que promueven las bacterias podemos aumentar la sensibilidad que tienen los tumores a los agentes terapéuticos, como todos inmunoterápicos. Pero es un campo con un gran potencial. Hay investigaciones incluso buscando bacterias dentro de los tumores. Hay un artículo publicado recientemente que apunta que el cáncer de colon que llevan en su interior bacterias es el que en mayor medida produce metástasis en el hígado. Cuando entendamos completamente el universo que es el microbioma y podamos controlarlo será una revolución. El potencial es enorme. Y creo que el viroma va a ser muy importante también. Hasta ahora lo ignorábamos, pero con las máquinas tan potentes de secuenciación que existen ahora podemos empezar a asomarnos a ese mundo.

Este es su quinto libro en poco tiempo. ¿Cómo combina la labor investigadora en el laboratorio con el tiempo para escribir?
Escribo cuando puedo. Mi compañero de laboratorio juega al golf y tengo otros que juegan al ajedrez, que le dedican muchísimas horas. Yo no tengo casi hobbies, salvo el de escribir y leer. Y creo que este libro era necesario. Creo que sobre el cáncer hay que hablar, porque callar no salva ninguna vida. Hay que mantener la conversación sobre el cáncer. Para que el mundo no se pare, sino que se ponga en marcha, el paciente tiene que hablar con su familia, con sus amigos y con sus médicos de que tiene cáncer. Cristina G. Lucio

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