Europa no sabe qué hacer

Por Josep Corbella, periodista y divulgador científico

Lo peor de la segunda ola de la epidemia en Europa no es cómo están aumentando los casos. Lo peor es que, a diferencia de la primera ola, ahora nadie parece saber qué está ocurriendo. Nadie tiene una explicación completa de por qué aumentan tanto los casos ni sabe cuál es la mejor manera de frenar el virus. Hay un desconcierto general: ¿cómo nos puede estar pasando esto?

La primera ola, pese a su enorme impacto, fue simple. Acababa de llegar un virus nuevo, desconocido y peligroso que nos pilló a todos desprevenidos. Se colapsaron los hospitales, se dispararon las muertes. Solución, cerrarlo todo. Punto.

La segunda ola es más compleja. Ahora el reto es contener la epidemia sin cerrarlo todo. Ya no es una cuestión de todo o nada, es un dilema de más o menos. Más o menos movilidad, más o menos interacción social, más o menos contagios, más o menos daños económicos. Europa está atrapada en una contradicción entre parar el virus o recuperar la normalidad. Los dos a la vez no son posibles.

La contradicción se mantendrá previsiblemente hasta que la población tenga una inmunización suficiente para controlar la epidemia. Esto podría ocurrir, en el mejor de los casos, en la segunda mitad del 2021 si las primeras vacunas que lleguen tienen una eficacia elevada, lo cual aún es una incógnita.

Hasta entonces veremos repetirse un patrón. En cuanto se relajen las medidas que limitan la movilidad y la interacción social aumentarán los contagios. En cuanto vuelvan las restricciones aumentarán las protestas de quienes se sienten perjudicados, azuzadas a veces por políticos que esperan beneficiarse de desgracias ajenas.

Los ciudadanos europeos tenemos el problema adicional de habernos acostumbrado a un hedonismo al que nos resistimos a renunciar; y de haber adoptado un individualismo que nos hace reacios a aceptar sacrificios personales en nombre del bienestar colectivo.

Para superar el desfiladero de los próximos meses con los mínimos daños, conviene recordar en todo momento cuáles son los dos pilares en los que se basa el control de esta epidemia. Uno, que depende de los gobiernos, es el diagnóstico de casos y el rastreo de contactos: los países que no tengan un buen sistema de control y rastreo son los que peor lo van a pasar. El otro, que depende de los ciudadanos, es la prevención de los contagios. Y recordar también que, en cuanto se detecte que la situación empeora, habrá que actuar pronto y con determinación antes de que empeore más.

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