El virólogo italiano que reta a la OMS Andrea Crisanti

Andrea Crisanti, director del laboratorio de microbiología y virología de la Universidad de Padua, entrevistado en la TV italiana. Foto: Gentileza.

Por Anna Buj, periodista.

En Italia, como en otros países europeos donde el virus ha azotado con fuerza, los virólogos han tomado un fuerte protagonismo mediático. Uno de los que mejor prensa ha tenido es Andrea Crisanti, director del laboratorio de microbiología en la Universidad de Padua y, sobre todo, autor del milagro Véneto: logró frenar inicialmente la pandemia en una de las dos regiones donde el virus estalló en Italia.

Crisanti, de 65 años y que enseñó en el Imperial College de Londres, ha ganado notoriedad en su país por dos motivos. El primero, por su incuestionable trabajo en el Véneto al lograr contener el virus en el pueblo de Vo’Euganeo, una de las once primeras localidades aisladas en Italia cuando estalló el virus a finales de febrero. Mientras la epidemia fue un desastre en Lombardía, el motor industrial italiano, con casi 17.000 víctimas, en el Véneto, que podría haber corrido la misma suerte, ha habido poco más de 2.000 muertos, con la mitad de la población.

El segundo motivo por el que Crisanti se ha hecho conocido es por desafiar a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde el principio, cuando le preguntaban por el secreto del Véneto, Crisanti explicaba sin ningún reparo que el truco era ignorar las directrices de la organización cuando indicaba que solo se debía hacer pruebas a las personas que presentaban síntomas o venían de China.

“La OMS es una carroza elefantina llena de burócratas y alejada de los problemas y de la ciencia”, cuenta en una entrevista telefónica con La Vanguardia. “Debe ser completamente reformada. Esto no quiere decir que no necesitemos a la OMS: necesitamos a una OMS completamente diferente”.

El virólogo reclama una organización mundial con gente más joven y más presencia en continentes como África o América Latina. “Dejaría en Ginebra a un puñado de personas –dice–. Es una estructura descomunal, costosísima, y para mantenerse necesita tanto de donantes privados como de la industria farmacéutica, algo completamente inaceptable”.

Cuando en enero la OMS pedía a los gobiernos que solo hicieran pruebas a quienes mostraban síntomas de coronavirus, Crisanti estaba convencido de que algunas personas podían contagiarse de la enfermedad y propagarla sin darse cuenta. Un mes antes de que el coronavirus estallara en Italia el 21 de febrero, su laboratorio en Padua desarrolló un test para detectarlo y obtuvo suficiente material como para hacer 500.000 muestras. Sin embargo, las autoridades del Véneto en ese momento le negaron el permiso para hacer pruebas a estudiantes que volvían de las celebraciones del Año Nuevo Chino, como quería. Crisanti tiró la toalla por las resistencias regionales, y se marchó a Australia para asistir a una conferencia sobre la malaria. Estaba viajando cuando en Italia empezaron a surgir los primeros casos en Lombardía y la región del Véneto, donde se encuentra su Universidad de Padua. Regresó al instante.

Mientras el virus se extendió rápidamente entre la densa población lombarda, el gobernador del Véneto, el liguista Luca Zaia, aconsejado por un grupo de expertos entre los que se encontraba Crisanti, decidió desoír las recomendaciones del Gobierno central en Roma y permitió hacer pruebas a todos los residentes de Vo’Euganeo. Todos los 3.000 habitantes tuvieron que someterse a las pruebas. Los resultados dijeron que un 3% de la población estaba infectada, aunque la mayoría de ellos no presentaba ningún síntoma.

“Ahora el Gobierno italiano lo está haciendo bien controlando los nuevos focos porque están exportando el modelo que permitió extinguir el foco de Vo: hacer pruebas a todos, a los contactos, a los familiares, a los compañeros de trabajo de las personas afectadas”, dice Crisanti. “Lo más inteligente y lo que recomiendo a las autoridades es hacer pequeñas zonas rojas en barrios, edificios o pueblos pequeños para cerrar las áreas más afectadas. Es cierto que Vo es un pueblo pequeño, pero al principio todos los focos son pequeños, lo importante es llegar antes de que se convierta en una epidemia”, subraya.

La cuestión de los asintomáticos ha continuado provocando polémica entre los científicos y la OMS. El mes pasado, la jefa del Departamento de Enfermedades Emergentes de la organización internacional, Maria van Kerkhove, sostuvo que la transmisión entre asin-tomáticos era “muy rara”, algo que volvió a dar munición a Crisanti para criticar a la OMS. “No tenían datos para decir una cosa de este tipo, y si los tenían no los habían compartido”, asevera el virólogo a este diario. “¿Cree que podemos tener una organización que se llama mundial de la salud y no puede tener contacto con Taiwán porque China no quiere? ¿Qué quiere decir esto? Por este motivo fueron ignoradas todas las alarmas lanzadas desde Taiwán sobre las características del virus. Esta OMS debe ser repensada”, insiste.

La notoriedad repentina de Crisanti ha llevado a algunos rumores sobre su hipotética intención de lanzarse a la política, aunque él lo niega rotundamente y promete quedarse en Padua. El científico que logró frenar la expansión del virus en el Véneto pide reformar la Organización Mundial de la Salud. (LV)

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