El ictus ataca sin avisar y exige una reacción muy rápida

Dr. Exuperio Díez. Catedrático de Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid

El ictus, la “enfermedad” de la que todo el mundo habla ahora, es el accidente cerebrovascular que provoca la mayoría de las atenciones urgentes en Neurología.

Es la segunda causa de mortalidad en los países occidentales y la primera en mujeres. En España cada seis minutos alguien sufre un ictus. Además, sus secuelas se sitúan en las primeras posiciones en las causas de incapacidad permanente.

Aparece de improviso y se produce porque se detiene de manera brusca el riego sanguíneo en una zona del cerebro. Esta falta provoca la muerte neuronal de la parte afectada y la consecuente pérdida de las funciones que ejecutaban.

Por eso, actuar rápido es fundamental. Cada minuto que pasa las posibilidades de recuperación se reducen. Afortunadamente, en los últimos años se ha conseguido que el infarto cerebral se trate de una manera eficaz gracias al abordaje urgente.

Los síntomas son perfectamente identificables: pérdida de fuerza repentina en una parte del cuerpo, pérdida de visión, alteración súbita del habla, dolor de cabeza intenso, sensación de vértigo… Es el momento de acudir a un centro de urgencias para intentar detener la hemorragia o disolver el coágulo que lo ha provocado.

Utilizar los tratamientos de perfusión primero, con la trombólisis intravenosa y complementados con la intervención mecánica a través de la trombectomía poliintraarterial para desobstruir el vaso dañado, ha conseguido un descenso notable en la mortalidad.

Esto ha supuesto un cambio de paradigma; primero en los centros hospitalarios, en los que se van creando Unidades de Ictus, dotando a los centros de medios para practicar las trombectomías, y en tercer lugar creando un sistema de escalas que permite identificar a los pacientes que van a beneficiarse de la trombectomía.

Otro asunto son las secuelas que puedan quedar a los pacientes cuando se recuperan. Y eso pasa por desarrollar las medidas de reparación cerebral, potenciar la capacidad que tiene el cerebro para repararse a sí mismo, ayudarle.

En el Hospital de La Paz se han realizado ya tres ensayos experimentales, el último basado en los lisosomas -enzimas que tienen la capacidad de fagocitar bacterias y otras sustancias que entran en las células y que permiten regenerarlas que podría estimular la reparación de células dañadas.

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