Dejen de desinfectar las superficies

El conocimiento acumulado tras un año de pandemia muestra qué medidas son efectivas para evitar el contagio

Ni tomar la temperatura ni desinfectar objetos son medidas eficaces contra el contagio

Un año después de que estallara la pandemia de covid que se ha cobrado ya 2,5 millones de muertes, se ha avanzado mucho en el conocimiento del SARS-CoV-2, el patógeno que la causa. Una gran cantidad de investigaciones científicas ha ido desvelando el modus operandi del virus: desde cómo infecta las células de nuestro organismo a qué vías usa para transmitirse de un individuo a otro. A la luz de ese conocimiento, muchas de las medidas que tomamos en un principio para protegernos se revelan no solo inútiles, sino incluso contraproducentes. Para empezar, la desinfección de superficies, una medida que se sigue llevando a cabo y en la que se invierten muchos recursos. Durante la primera ola, cuando se pensaba que el coronavirus podía comportarse como otros patógenos que sí sobreviven, por ejemplo, en algunas superficies hospitalarias, los expertos recomendaban que, al volver del súper, se pasara un paño mojado en una dilución de lejía por los envases de los alimentos, que se desinfectaran mesas y sillas en los restaurantes entre cliente y cliente; o los objetos en las tiendas después de ser tocados.

Esa recomendación venía refrendada por estudios preliminares publicados en las primeras semanas de la pandemia que concluían que el coronavirus era capaz de aguantar sobre el plástico o el acero incluso seis días, y en papel, tres. De ahí que mucha gente optara incluso por usar guantes desechables, aunque les ofrecieran una falsa sensación de seguridad.

No obstante, esos primeros trabajos científicos se realizaron en condiciones de laboratorio, muy alejadas de la realidad. Las escasas investigaciones llevadas a cabo en el mundo real han logrado recuperar material viral de mobiliario de hospitales y hoteles en los que se hacía cuarentena, pero ese ARN es incapaz de infectar células humanas en el laboratorio. Hallar material viral no implica que haya carga viral activa en cantidad suficiente para propiciar un contagio. De hecho, hoy se sabe que la transmisión a través de fómites, el término médico para designar las gotitas respiratorias infecciosas, es poco probable.

Por ese motivo, ya no se aconseja limpiarse los zapatos en alfombras impregnadas de desinfectante antes de entrar en algún lugar. De hecho, la Organización Mundial de la Salud considera que la probabilidad de contagiarse porque haya coronavirus en la suela de los zapatos es muy baja. Y lo mismo con la ropa y bolsas con que venimos de la calle. Tampoco resulta eficaz nebulizar espacios, como el metro, un aula escolar o una calle.

¿Y qué hay de tocar botones de ascensor o picaportes en sitios concurridos? Aunque la transmisión es dudosa, la clave es siempre una buena y frecuente higiene de manos.

Tomar la temperatura corporal es otra de las medidas que se siguen con frecuencia y que no sirven para detectar quién está contagiado. Según la OMS, muchas personas no tienen fiebre, pero sí son contagiosas. De hecho, ahora sabemos que solo un porcentaje pequeño de quienes transmiten el virus tienen fiebre como síntoma.

Usar ozono como publicitan algunos comercios como medida de desinfección tampoco sirve de nada. En este sentido, el Centro de Control de Enfermedades europeo (ECDC) considera que pulverizar desinfectantes en interiores o exteriores, ozono u otros, así como usar luz ultravioleta no son medidas recomendables porque no se han demostrado eficaces, pueden dañar el medio ambiente –como el ozono– y exponernos a tóxicos irritantes.

Entonces, ¿qué sí sabemos que funciona para protegernos del coronavirus? La vacuna. Además, evitar sitios concurridos; mantener distancia social; lavado de manos frecuente; priorizar espacios al aire libre; uso adecuado de mascarillas –bien ajustadas a la cara y de buena calidad, homologada con un tejido capaz de filtrar el aire adecuadamente–, y una buena ventilación. Porque desde hace meses se sabe que la vía principal de transmisión es el aire que respiramos. En este sentido, un editorial reciente de la revista Nature alertaba que seguir insistiendo, como hacen algunas autoridades, en la desinfección permanente de superficies en lugar de establecer guías claras sobre cómo prevenir la transmisión por aire envía un mensaje confuso a la sociedad.  Cristina Sáez

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