Anticuerpos monoclonales neutralizantes: ¿Qué son y cómo funcionan?

Estas terapias pueden cambiar el curso de la enfermedad por COVID-19

Con la mirada puesta en la tercera dosis de las vacunas, la lucha contra el SARS-CoV-2 sigue siendo intensa. Un escenario que está evidenciando la necesidad de contar con herramientas eficaces para alcanzar el fin de la pandemia. Es una realidad que los medicamentos para tratar la COVID-19 son cruciales para abordar las necesidades de los pacientes con la enfermedad en curso. Incluso con la introducción de las vacunas para la COVID-19, todavía existe una necesidad significativa de tratamientos efectivos para la enfermedad debido a los niveles sin precedentes de infecciones, hospitalizaciones y muertes.

Los programas de vacunación se están acelerando en todo el mundo, pero los escapes vacunales son una realidad. Además, y teniendo en cuenta que la inmunización no llegará, al menos de forma inmediata, al 100% de la población mundial, es importante, apuntan los expertos, en buscar opciones para ayudar a prevenir y tratar esta enfermedad. Por ello, los tratamientos desempeñan un papel clave para salvar vidas y liberar capacidad en las unidades de cuidados intensivos. Una de esas herramientas que han aparecido son los anticuerpos monoclonales neutralizantes. Unas terapias que pueden cambiar y dotar a los médicos de un arsenal terapéutico eficaz.

Como recuerda Antonio Collado, jefe de Sección de Enfermedades Infecciosas del Hospital de Torrecárdenas (Almería), las vacunas tienen por objeto evitar que la población susceptible pueda infectarse. Si lo hacen, apunta, evitan que desarrolle una enfermedad, al menos teóricamente, más leve, con menos riesgo de progresión desfavorable y con una reducción de la necesidad de hospitalización o de una estancia hospitalaria menos prolongada, llegado el caso. “Es necesario por tanto disponer de un arsenal terapéutico eficaz, que permita actuar en las distintas fases de la enfermedad de forma segura; que limite la contagiosidad del sujeto infectado; que disminuya el tiempo durante el cual está sintomático y especialmente; que reduzca el riesgo de complicaciones y secuelas, así como la necesidad de soporte intensivo y la mortalidad directa e indirecta”, asegura.

En esta línea, Antonio Antela López, coordinador de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS), explica que las vacunas son la mejor arma preventiva junto a otras medidas como la distancia social, las mascarillas, etc… “Cuando una persona enferma necesita tratamiento con lo cual una cosa se complementa con la otra. Evidentemente, estamos lejos de tener el tratamiento más efectivo frente a la COVID-19, por lo que todas las incorporaciones de tratamientos que sean efectivos son bienvenidas”.

Qué y Cómo

En este escenario complementario se abren los anticuerpos monoclonales neutralizantes.

Collado indica que un anticuerpo es una proteína sintetizada por el linfocito B (un tipo de leucocito) que tiene como función identificar y neutralizar una estructura generalmente extraña (el antígeno), que habitualmente forma parte de virus y bacterias. “Los anticuerpos activos frente a un mismo antígeno son sintetizados por diferentes linfocitos (respuesta inmune policlonal), por lo que pueden tener características no esencialmente idénticas”, dice.

Tecnológicamente, es posible sintetizar anticuerpos que actúen específicamente frente a un determinado antígeno (como pueden ser proteínas presentes en virus, bacterias o células cancerosas) a partir de un único clon (un único tipo) de linfocitos B. “Esto hace que todos los anticuerpos del producto sean idénticos estructuralmente y que por tanto todos actúen de la misma forma frente al mismo antígeno, siendo su principal cualidad su elevada afinidad por el antígeno diana”. Como asegura este experto son los anticuerpos monoclonales: mAb (su abreviatura en inglés).

Mecanismo de acción

Existen diferentes tipos de anticuerpos monoclonales que son utilizados para tratar diferentes tipos de enfermedades, infecciosas y no infecciosas. “Los objetivos de estas sustancias pueden ser el antígeno de la superficie de una célula, una proteína plasmática, un fármaco, el receptor de una inmunoglobulina o un organismo infeccioso”.

Los mAB impiden la adhesión del coronavirus al receptor a través del cual penetran en la célula epitelial respiratoria, que se denominan ACE-2, apunta Antela. “De esta manera tratan de impedir que se produzca enfermedad grave. Son complementarios de la vacuna para lo que es el manejo de la pandemia. Una vez que el paciente ha enfermado y la vacuna no lo ha impedido, necesita un tratamiento y este es uno de los más prometedores”.

Un objetivo común

Lo que ambos expertos aclaran es que los anticuerpos monoclonales y las vacunas no son dos opciones antagónicas o excluyentes frente al SARS-CoV-2. “No compiten en el tratamiento del COVID-19. Por tanto, no podemos decir que uno ofrezca ventajas con respecto al otro. La indicación de uso de ambos es diferente”, apunta Collado. La vacuna tiene como misión evitar que un sujeto susceptible se infecte, mientras que el anticuerpo monoclonal será utilizado solo en pacientes infectados, con una serie de características perfectamente definidas. El objetivo final de ambas herramientas, aseguran, es el mismo: evitar las complicaciones, las secuelas y la muerte de los pacientes.

La realidad es que las variantes del virus están acaparando toda la atención científica. Estas terapias tienen un importante papel para evitar la progresión de la COVID y evitar complicaciones. En este sentido, ¿Cómo pueden ayudar? Antela precisa que frente a las distintas variantes que han ido apareciendo también existe un comportamiento diferente entre los anticuerpos neutralizantes.

“Por poner el ejemplo más reciente y peligroso: la variante Delta. Está claro que las vacunas que tenemos en el momento actual tienen una menor eficacia para evitar la infección. En el caso de los anticuerpos neutralizantes también parece que algunos de los anticuerpos neutralizantes que tenemos hasta el momento -que son cuatro- podrían tener menor eficacia, salvo uno de ellos que aparentemente no se reduce la eficacia, independientemente de que sea la cepa original o alguna de las variantes, porque actúa en un sitio diferente de la unión del virus al receptor ACE-2. Esto parece que es importante a la hora de ser efectivo frente a cualquier variante. Estamos hablando de sotrovimab”, explica el infectólogo del CHUS.

36 años de historia

Los anticuerpos monoclonales vienen siendo utilizados como fármacos desde aproximadamente 1985. “En la actualidad, hay disponibles más de 100 anticuerpos monoclonales diferentes utilizados de esta forma”, describe Collado. Como precisa actúan frente a un gran número y diversidad de antígenos, utilizándose como tratamiento de enfermedades inmunológicas o autoinmunes (artritis reumatoide en adultos), en la enfermedad inflamatoria intestinal, para revertir el efecto de otros fármacos (intoxicación digitálica, sangrado en pacientes en tratamiento con dabigatran), en la hipercolesterolemia, para el tratamiento de cierto tipo de neoplasias hematológicas (linfoma folicular, leucemia promielocítica aguda), neoplasias sólidas (algunas formas de cáncer pulmonar no microcítico, melanoma avanzado), asma, osteoporosis, en el rechazo de aloinjerto o para el tratamiento de algunas enfermedades infecciosas (COVID-19, infecciones por Clostridioides).

“El mundo de los anticuerpos tiene un largo recorrido”, remarca Antela por su parte, que acota, además, que en enfermedades infecciosas destaca también su uso frente a la infección por VIH. G.L.P. (GM)