230.000 embriones congelados esperan para ser usados

Las clínicas de reproducción asistida tienen un problema: no saben qué hacer con los embriones que guardan congelados, creados para procesos de fecundación pero que no se han usado. El registro estatal indica que en estos momentos hay más de 230.000 de estos complejos celulares conservados y que tienen más de dos años. Con el añadido de que cada año se producen alrededor de 50.000 más.

La modificación de la ley española de reproducción humana asistida de 2003, por parte del PP, planteaba tres opciones para estos embriones congelados: que se donaran, que se usaran para investigar o que se destruyeran. La primera de ellas, que se utilizaran por otras parejas con problemas para tener hijos, era la idónea, puesto que evitaba el dilema de deshacerse de un complejo celular con potencial de convertirse en una vida humana. Hay que tener en cuenta el dilema moral que conlleva esto último. La segunda de ellas era que se usaran para investigar. Implicaba destruir el embrión, pero al menos la finalidad era conseguir la cura de enfermedades. La tercera era la destrucción del material. Un proceso sencillo (basta con sacar los embriones del congelador), pero que los más conservadores equiparaban con un aborto.

Una década después, la donación no ha dado los resultados esperados, ya que solo un 10% de los donantes la permite. Sigue habiendo demanda, pero además, la ley establece como edad máxima para el proceso los 35 años, cuando, precisamente, las parejas que más acuden a los centros de fertilidad asistida sobrepasan esa edad.

La idea de investigar con ellos ha sido un fracaso absoluto, puesto que en 16 años no ha habido un solo proyecto que los solicite. Aparte del debilitado panorama investigador español, la aparición de otras posibles fuentes de células madre, como la reprogramación de las adultas, ha restado pujanza a esta opción.

Se han destruido muy pocos, ya que el proceso exige que hayan pasado 10 años desde la creación de los embriones y se debe solicitar el permiso de los donantes, que pasado ese tiempo puede ser que no se localicen o que lo nieguen. En teoría, bastaría con enviar dos burofaxes sin respuesta para considerar que se pueden destruir los embriones, pero siempre se piensa qué pasaría si llegara un proyecto de investigación.

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