Un 10% tiene enfermedad renal crónica oculta

prevalencia-renal-pngA. AMARELLE, Madrid. Hasta un 10% de la población española adulta tiene enfermedad renal crónica (ERC) que puede cursar de manera oculta, según un estudio promovido por la Sociedad Española de Nefrología. Esta patología no suele dar síntomas hasta que ya está muy avanzada, lo que provoca que una importante proporción de la población no sepa siquiera que padece la enfermedad. Es precisamente en los estadios más precoces donde se pueden aplicar medidas de prevención eficaces para conseguir ralentizar la enfermedad y poder evitar, así, el tratamiento renal sustitutivo. Pese a que todavía queda mucho camino por recorrer en el diagnóstico precoz, los datos de esta sociedad médica apuntan que el número de pacientes en tratamiento renal sustitutivo está descendiendo pasado de 132 por millón de pacientes y año en 2003 a 120 en la actualidad.

La detección de la proteinuria, la cantidad de proteínas que se pierden por la orina, es un signo muy fácil de detectar que indica la presencia de enfermedad renal. “Son medidas que no representan un alto coste y fáciles de llevar a cabo desde la atención primaria”, señala Elvira Fernández, jefe de servicio de nefrología del hospital Universitario Arnau de Vilanova, de Lleida y profesora de la UdL.

Pero una vez se inicia la enfermedad renal el progreso hacia la etapa final puede ser inevitable, aunque se puede enlentecer mucho en algunos casos. La hemodiálisis representa el tratamiento renal sustitutivo más utilizado. Desde que se inició en los años 70, el tratamiento se realizaba en centros hospitalarios públicos. Sin embargo, hace ya unos años, una parte de los pacientes se dializa en centros privados, gestionados con frecuencia por multinacionales. Esta situación crea, según algunos expertos, diferencias en la equidad. En algunas comunidades autónomas la diálisis en centros privados es prácticamente inexistente, pero en otras, como Cataluña, más del 56% se realiza en centros privados. En esta comunidad recientemente se ha creado un acuerdo entre la sanidad pública y la privada de gestión integral. Los centros, además de la diálisis, van a tener que hacerse cargo de la gestión concertada de los medicamentos, los análisis de laboratorio y la realización del acceso vascular, esencial para la hemodiálisis.

Los expertos alertan de que el criterio económico de ahorro puede interferir en la calidad. “El Servei Català de la Salut paga una cantidad fija que incluye estas prestaciones. Las multinacionales que lo llevan a cabo no dejan de ser empresas con intereses económicos, y aquí radica el riesgo. Si quieren rentabilizar el tratamiento podrían optar por una alternativa de menor coste para que el margen de beneficio sea mayor”, alerta Elvira Fernández. Además, critican que se crean posibles diferencias de acceso entre los pacientes que se dializan en centros públicos o privados. Esa inequidad, en cualquier caso, señala el presidente de la Sociedad Española de Nefrología, Alberto Martínez Castelao, “puede suceder no sólo en Cataluña, sino en las 17 CCAA españolas, porque cada una concierta precios diferentes para el tratamiento, variaciones motivadas, en parte, por la problemática de la sostenibilidad del sistema de salud”.

Este especialista recalca la importancia de informar a los pacientes de las diferentes alternativas terapéuticas para llegar a un acuerdo común. “Si se informa bien al paciente y a su familia, las inequidades irán disminuyendo o incluso desapareciendo porque las alternativas de tratamiento renal sustitutivo puede ofrecerse con elevada calidad también en centros concertados”, añade Castelao.

Desde la Federación Nacional de Asociaciones para la Lucha Contra las Enfermedades del Riñón (ALCER), su presidente, Jesús Molinuevo, critica que las pautas en la atención de pacientes puede variar mucho entre centros públicos o privados, una derivación que se hace de manera aleatoria. “Se puede dar el caso de una persona que reciba un determinado tratamiento mientras que su vecino, ante las mismas circunstancias, reciba otro diferente”, reprocha Molinuevo, que lleva 17 años conviviendo con la enfermedad.

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