Pedro Alonso, epidemiólogo: “Los microbios difícilmente entienden de fronteras y de pasaportes”

el-publicista-lluis-bassat-izquierda-junto-al-epidemiologo-pedro-alonso-pngLLUÍS BASSAT. He conocido a muchos médicos en mi vida. Hice el servicio militar en Castillejos, en una tienda de campaña de 14 personas, casi todos estudiantes de medicina. Muchos de mis mejores amigos son médicos. Pedro Alonso es un caso diferente. Ni le conocí de muy joven, ni compartimos una tienda de campaña, ni me ha tratado a mí o a mi familia, pero siento por él una amistad y una admiración extraordinarias. La primera vez que visité a mi hijo Quique (pediatra especializado en medicina tropical y epidemiología) en el Hospital de Manhiça (Mozambique), tuve la oportunidad de ver conocerle. Pensé que era un genuino representante de la vocación médica. Su talento poliédrico aporta ideas y estrategias siempre innovadoras y brillantes. Hoy he tenido la suerte de poder entrevistarlo en estas páginas de EL PERIÓDICO.

Parece que la vacuna contra la malaria ya es una realidad…

Todavía no, pero estamos más cerca que nunca. Hace apenas diez años no podíamos imaginar que hoy estaríamos en esta posición, ante una primera generación de vacunas que puede llegar a ser utilizada para prevenir la malaria en los niños africanos. Es una vacuna de eficacia parcial, por lo tanto reduce en aproximadamente un 50% los episodios de malarias en niños, con una eficacia un poco menor en recién nacidos. Todavía se necesita más investigación, el esfuerzo debe continuar para poder llegar a eficacias del 80 o el 90% en los próximos años.

 ¿La malaria siempre ha sido una enfermedad tropical?

No. La malaria efectivamente ha tenido una distribución geográficaamplísima. Había malaria en el norte de Rusia, se dieron epidemias en la costa americana en los años 20 y 30 del siglo pasado… No es una enfermedad tradicionalmente tropical, lo que sí es cierto es que los esfuerzos de los últimos 100 años han facilitado que se haya ido reduciendo las áreas donde se transmite y ahora, en gran medida, se localiza en las zonas intertropicales.

El acceso al tratamiento es una gran dificultad en los países del tercer mundo, ¿qué más se puede hacer en prevención de malaria?

El acceso es uno de los retos, no sólo con la malaria, en general con todas las enfermedades. La pregunta es cómo garantizamos que herramientas para la prevención y el tratamiento de algunas enfermedades que se puede prevenir y tratar en nuestros países lleguen de forma rápida a aquellos que también lo necesitan en los países del llamado tercer mundo. Un ejemplo: cuando se desarrolló una vacuna para la hepatitis B se tardó 20 años en hacerla llegar a los países en vías de desarrollo, precisamente donde más se necesitaba. Esto no es aceptable. Pero también estamos mejorando en este sentido. Con la vacuna del virus del papiloma humano (VPH) ese periodo de 20 años se ha reducido a seis. Pero todavía queda por avanzar. Es una responsabilidad que tenemos todos.

¿Qué papel juegan las instituciones en la accesibilidad al tratamiento?

El Instituto de Salud Global, el hospital Clínic y la Universitat de Barcelona impulsan nuestra actividad y, como instituciones, están comprometidas con la generación de conocimiento, el desarrollo de herramientas y con superar las barreras del acceso. En este caso en concreto, con financiación de la Fundació la Caixa, trabajamos en diversos estudios que permiten acelerar y facilitar el acceso a la vacuna del VPH en Mozambique, el tratamiento del Chagas en Bolivia y otras zonas de América latina, acelerar la llegada de nuevos fármacos para el tratamiento de la malaria y sus formas severas… Es decir, el acceso es un eje importante de nuestro trabajo.

Siempre se te asocia con malaria pero, como has comentado, trabajáis en muchas otras enfermedades. Un dato que me sorprendió especialmente es que en Bolivia el 25% está infectado por la enfermedad del Chagas…

Siempre trato de recordar que nuestro trabajo en vacuna de malaria es sólo una pequeña parte de nuestro esfuerzo. Efectivamente la enfermedad del Chagas es un ámbito importante y nuestro trabajo para erradicarla ha crecido mucho en los últimos años, algo de lo que nos sentimos muy orgullosos. Pero también hay que citar el VIH. Trabajamos en mortalidad materna, y vale la pena recordar que el objetivo de desarrollo del milenio donde más habrá fracasado la comunidad internacional es en reducir la mortalidad materna, algo que debería ser inaceptable para nuestra sociedad.

La globalización también afecta a las enfermedades, ¿cómo se aborda el problema de los inmigrantes que portan patologías hasta ahora olvidadas en nuestra sociedad?

Los microbios difícilmente entienden de fronteras y de pasaportes. La enfermedad del Chagas es un buen ejemplo. Siempre ha estado confinada a América latina y ahora afecta también a nuestras sociedades, a Europa. El riesgo de introducción de enfermedades virales son recordatorios de que no existen las fronteras. En algunos casos están relacionadas con el fenómeno de la inmigración, pero muchas otras también con el comercio, el transporte de mercancías, los viajeros que van de vacaciones a estos países… Lo importante es que nuestra sociedad tenga conciencia de la responsabilidad que todos tenemos de abordar estos problemas, no sólo cuando nos afectan directamente.

Sólo el 4% de los nuevos medicamentos es para las enfermedades de los más pobres, ¿de quién es la responsabilidad de invertir en nuevos medicamentos o vacunas?

Es lo que hemos denominado la brecha 10-90. Sólo el 10% de la inversión mundial en I+D se dirige hacia las enfermedades que causan el 90% de la mortalidad prematura y discapacidad, una brecha estratégica inaceptable que sólo puede ser superada por una responsabilidad global compartida. No vale simplemente con decir que la industria farmacéutica no quiere invertir, porque como empresas que son invertirán allá donde haya beneficios. Por eso las sociedades y los poderes públicos tienen la responsabilidad de arbitrar los mecanismos para que podamos generar los recursos en aquellas enfermedades que no suponen un mercado. Si no se resuelve este problema, difícilmente podremos abordar enfermedades que afectan a poblaciones más vulnerables que no tienen recursos para pagar esas herramientas y sin las cuales no habrá desarrolloeconómico y social.

Las enfermedades que causan la muerte de los más pequeños son en su mayoría prevenibles ¿los países ricos seguimos eso de ‘ojos que no ven corazón que no siente’?

Debemos encontrar la manera de hacer llegar el mensaje de que en este siglo XXI nuestras sociedades, que son capaces de mandar a gente a la luna o descubrir las ondas gravitacionales asociadas con el Big Bang, no pueden convivir en un mundo en el que cada año mueren 8 millones de niños, la gran mayoría por enfermedades prevenibles. Hemos mejorado en los últimos años, de 12 millones de muertes a ocho, pero sigue quedando muchísimo por hacer. Nuestra sociedad
debe ser consciente de los enormes niveles de desigualdad que conviven en el mundo, y de que nosotros somos parte de ese mundo.

En esta lucha en la que llevas tantos años, ¿hay lugar para el optimismo?

Evidentemente. Profundamente anclado en los resultados obtenidos. Hemos hecho pasos gigantescos, producto de la voluntad internacional. Con el esfuerzo, la inteligencia y la solidaridad de todos podremos mejorar la salud de las poblaciones, especialmente de los más vulnerables.

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