“La inteligencia emocional se construye a lo largo de nuestra historia”

Perfil de la experta: Maria Teresa Mata es psicoterapeuta y coach en el Institut Mensalus de Barcelona

“Me siento muy afortunada de formar parte de los talleres de inteligencia emocional. En cada sesión tengo el privilegio de ver de cerca las “gafas” con las que cada participante construye la realidad; esto es algo que me enriquece tanto a nivel profesional como personal. Como terapeuta constructivista sistémica e integradora fijo especial atención en la funcionalidad de estas gafas. El grado de eficiencia de las mismas irá de la mano de la capacidad de gestión que tenga el individuo sobre su sistema de pensamientos y emociones. En definitiva, mi objetivo como entrenadora de la inteligencia emocional es que la persona cumpla sus retos, pero no a cualquier precio”.

¿Qué es la inteligencia emocional?

Cada persona posee un sistema de pensamientos y emociones único e intransferible. Los demás pueden empatizar con él, pero cada individuo es experto en su propio contenido. Partiendo de este preámbulo, podemos decir que la inteligencia emocional es aquella parte de la inteligencia que fija especial atención en la funcionalidad de dicho sistema y busca las herramientas necesarias para velar por su sostenibilidad.

Cada uno de nosotros tiene unas “gafas” desde las que construye el mundo a partir de cuatro factores esenciales: el primero es la experiencia vital, es decir, todas aquellas vivencias que tenemos a lo largo de la vida y que condicionan este sistema de pensamientos y emociones. El segundo es la herencia emocional; cada persona forma parte de una familia, de una ciudad, de una cultura, etc. Existen toda una serie de elementos sociales y educacionales que nos han transferido y que interfieren en cómo vemos la realidad. El tercer factor son aquellos rasgos que definen la personalidad; ellos también tienen un papel en el “enfoque” de nuestras gafas. Y el cuarto es el momento vital en el que nos encontramos, el “aquí y ahora”; con 40 años no vemos la vida igual que con 25.

Los entrenamientos de la inteligencia emocional ponen a prueba este sistema de pensamientos y emociones para evidenciar su grado de funcionalidad a partir de considerar la persona como experta en su propia historia de vida. En los entrenamientos se llevan a cabo dinámicas que conectan con aquellas capacidades que explican esta parte de la inteligencia: el autoconocimiento, la autoexpresión, el autocontrol, las habilidades sociales, la automotivación y la visión objetiva o “visión de espectador”.

¿Por qué es importante desarrollarla?

Debemos aclarar que la inteligencia emocional se hace, no nace, por lo que podemos entrenarla a lo largo de la vida. Desarrollar la inteligencia emocional significa poner en duda ciertas “zonas de confort” desde las que nos sentimos seguros (pero no confortables) y descubrir qué existe fuera. Salir de la zona de confort supone contemplar nuevos puntos de vista, poner en práctica nuevos modos de hacer, crear nuevos pensamientos, sentir nuevas formas de ser y estar, aumentar la capacidad por crear y reestructurar, etc.

En ocasiones permanecemos inmóviles en ciertas zonas de confort por miedo a lo desconocido, por inseguridad, por incredulidad hacia nuestro potencial. Seguir encerrados tiene un precio. Esto es lo que intenta evidenciar la inteligencia emocional. En algunos momentos de nuestra vida puede servirnos el simplemente “estar”, pero si no movemos ficha y seguimos en el mismo punto, el cuerpo y la mente hablarán.

En este sentido, ser inteligentes emocionalmente significa ser conscientes del grado de bienestar que ganamos y perdemos, dentro y fuera de la zona de confort, con el fin de fijar un objetivo que nos dirija hacia el cambio (en el momento adecuado). No siempre es inteligente salir de una zona de confort, es importante buscar el modo y el momento acorde a nuestras necesidades y las del entorno.

¿Hay personas más preparadas para desarrollar la inteligencia emocional?

Existen ciertas características de la personalidad que predisponen a ser más inteligente emocionalmente, pero sobre todo, influye el contexto familiar y social en el que uno vive y ha crecido. Una persona que ha tenido un apego seguro, que se ha criado en una familia donde se ha sentido querido, que se ha educado en un sistema con valores, quizás, tendrá más facilidad para funcionar desde el amor propio y el amor hacia los demás, desde la capacidad de velar por las propias necesidades y las del sistema, desde el equilibrio entre uno mismo y los otros. Aún así, esto no determina el ser inteligentes o no emocionalmente y, ni mucho menos, incapacita para serlo. Ser inteligentes emocionalmente está relacionado con encontrar lo que denominamos “lugar seguro” en uno mismo, aquel espacio en el que existen suficientes recursos personales como para conseguir un estado de independencia funcional.

¿Tus talleres de inteligencia emocional pueden ser considerados como “sesiones de psicoterapia colectivas”?

Todos mis talleres están basados en la psicoterapia, realizamos ejercicios que se han inspirado en ella. Cada una de las sesiones sigue una estructura constructivista sistémica con el fin de trasladar un esquema válido para cualquier participante que no presente ninguna patología. Así pues, aunque mis talleres no sean estrictamente sesiones de psicoterapia, están creados gracias a la práctica clínica.

En el taller sucede algo muy especial. Somos un grupo de personas desconocidas que, desde el principio, cede una pequeña parte de su vida e intimidad. Las dinámicas buscan que ocurra de un modo cómodo y progresivo. Esto es lo que otorga un poder indescriptible al taller: el feedback que se genera, gracias a las aportaciones, es altamente enriquecedor.

En resumen, el taller no es ni mucho menos un grupo de psicoterapia pero sí resulta terapéutico, por supuesto. De hecho, todas aquellas actividades que promueven el bienestar físico y emocional lo son. La diferencia de este taller es que la eficiencia de sus ejercicios ha sido probada a través de la práctica psicoterapéutica.

¿Cómo ayudas a tus pacientes a gestionar sus emociones? ¿Cuál es tu metodología?

En primer lugar, me fijo en cómo cada uno construye sus propias “gafas”, es decir, su visión del mundo, y funciono a modo de espejo para aumentar la capacidad de introspección y autoconocimiento del usuario. Posteriormente, valoramos conjuntamente el nivel de funcionalidad de dichas gafas y buscamos hipótesis que refuercen el sentido de su construcción a través de conocer experiencias vitales, rasgos de personalidad, significados heredados y todos aquellos sucesos que definen su momento actual.

En psicoterapia como en los talleres, aún recurrir a la experiencia y descubrir información útil en la historia de vida, siempre volvemos al aquí y ahora, nunca nos quedamos anclados en el pasado, nos fijamos en cómo éste influye en el presente. Así mismo, en cualquier ejercicio, bien sea en terapia individual o en el taller, buscamos una utilidad en la realidad del momento. Las conclusiones extraídas se traducen en: “y esto, en mi vida, ¿qué sería?”, “¿por dónde puedo empezar/seguir actuando?”, “¿qué acción específica propongo llevar a cabo?”. Concretar es uno de los principios de la inteligencia emocional.

Siguiendo con la metodología de trabajo, especialmente en los talleres, intentamos que las dinámicas movilicen pero no pesen. Después de una sesión, el insight (la capacidad de “darse cuenta de”) aumenta. Se despiertan nuevas lineas de pensamiento y nacen opciones hasta el momento desconocidas. Considerar y elaborar toda la información requiere de energía mental y vital. Es habitual sentirse algo “removido”, al mismo tiempo que fuerte y empoderado. Al fin y al cabo, todos los ejercicios establecen un diálogo interno que pone en la cuerda floja algunos aspectos y refuerza otros, igual que sucede en la psicoterapia grupal o individual.

Nos decías que el feedback del grupo es uno de los aspectos más enriquecedores…

Cierto. Tal y como comentábamos, este es uno de los puntos fuertes del taller, puesto que cada participante tiene la oportunidad de expresar y recibir un retorno de aquello que comparte. El hecho de realizar la puesta en común aporta multitud de ideas que contribuyen a flexibilizar las famosas gafas. Nuestra biblioteca personal se llena de mensajes ajenos que transformamos en propios al otorgarles un sentido. Las técnicas son explosivas, divertidas y diferentes. Todas promueven la reflexión desde la acción, de ahí que el feedback sea tan potente.
Según tu experiencia, ¿todas las personas que acuden al taller alcanzan un nivel óptimo de inteligencia emocional?

Hay personas que llegan a un momento de insight más rápido y/o profundo que otras. Cada individuo llega a un nivel de autoconocimiento y autoexpresión, del mismo modo que alcanza un nivel específico de acción. Aún así, la mayoría coincide en una notable mejoría en todos los pilares de la inteligencia emocional, sobre todo cuando los traslada fuera de sesión. Es más, muchos afirman que, una vez termina el taller, evidencian muchos de los procesos comentados y recuerdan los esquemas y técnicas llevados a cabo a modo de imagen o lema. Personalmente este es uno de los aspectos que más valoro.

Entonces, la intención es que los participantes usen estas herramientas después de los talleres y a lo largo de la vida…

Exacto. Si esto no es así, podríamos decir que el taller pierde sentido. Al final lo más importante es que cada participante organice su sistema de pensamientos y emociones, y se ubique en el momento presente a través de valorar en qué zonas de confort desea permanecer y de cuáles desea salir. El taller recuerda que cada uno es responsable de sus decisiones, esto es algo que nos empodera y nos proporciona seguridad para salir “ahí fuera”.

Todas las dinámicas fomentan la responsabilidad individual y otorgan cierto control al participante. Una de las preguntas clave que formulamos en la primera sesión es: “¿crees que eres el protagonista de tu historia?”. A partir de ahí se abre una reflexión sobre el papel que desempeñamos en cada uno de los contextos vitales. Sentir que somos capaces de asumir el pasado para vivir el presente y hacer frente a los retos futuros está íntimamente relacionado con este papel protagonista. Tal y como decimos en sesión: somos quienes hemos sido, quienes somos ahora y quienes seguiremos siendo. Toda esta información nos convierte en expertos y protagonistas de nuestra historia.

¿Quién puede ser destinatario de estos talleres?

Todas aquellas personas que gocen de salud mental y deseen entrenar aquellas habilidades que les definen como personas capaces de funcionar, pero no a cualquier precio. La mayoría de los usuarios desean seguir cumpliendo retos de un modo eficiente, por ello vienen al taller: para convertirse en seres ecológicos emocionalmente. Dicho esto, el destinatario del taller de inteligencia emocional es una persona que valora la importancia de su funcionamiento diario y que desea seguir cuidándolo desde la realización personal y el amor propio.

Habitualmente se le da más importancia a la salud física que a la psicológica, pero los profesionales de la salud mental siempre destacáis la importancia de ambas ¿Qué relación hay entre la mente y el cuerpo?

Para empezar, no podemos disociar estos dos términos. Como seres holísticos somos un todo, somos dos caras de una misma moneda. Por ello, el bienestar/malestar psíquico condiciona el físico y viceversa.

El cuerpo habla. Cuando algo no va bien, exterioriza el distrés psicológico a través de la psicosomatización tomando forma de contractura, acidez estomacal, sequedad bucal, caída del pelo, bruxismo, etc. Podríamos entenderlo como un aviso visible y palpable, un modo de comunicar que no podemos obviar. De hecho, cuando hacemos caso omiso, el cuerpo y la mente siguen advirtiendo por medio de la activación de mecanismos de alerta naturales. La ansiedad es “la gran informadora”. Desde la inteligencia emocional aprendemos a escucharla.

Así pues, la inteligencia emocional nos recuerda la importancia de escuchar tanto el malestar físico como psíquico para responder de un modo constructivo a las necesidades propias y del entorno. Especialmente, en el taller trabajamos con ejercicios de externalización que evidencian la información menos consciente y ofrecen modos de establecer un diálogo interno repleto de practicidad e ingenio.

¿Cómo animarías a las personas indecisas a que acudieran a talleres para desarrollar la inteligencia emocional?

A todas aquellas personas que están leyendo esta entrevista les pediría que se planteen si las gafas con las que ven el mundo les ayudan a desempeñar su rol en cada uno de los ámbitos vitales. Dicho de otro modo, les propondría realizar una lista con los principales contextos (familia, trabajo, amigos, pareja, etc.) y les animaría a responder las siguientes preguntas:

“En en cada uno de estos contextos, ¿normalmente sientes que ganas más que pierdes o pierdes más que ganas?”, “¿crees que llegas a disfrutar de un nivel de satisfacción óptimo?”, “¿te gustaría que fuera mayor?”, “¿siempre consigues los objetivos que te propones?”, “¿a qué precio?”, “una vez conseguidos, ¿sientes que ha valido la pena?”. Y la más importante: “¿qué papel crees que ocupas en tu historia de vida?”.

Todas estas cuestiones despiertan una interesante reflexión que puede ser el inicio de la salida de ciertas zonas de confort alimentadas por el miedo y la inseguridad. Hacer de nuestras gafas un instrumento inteligente nos convierte en personas capaces y nos empodera para vivir desde la sostenibilidad emocional.

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