La EPOC es la cuarta causa de muerte en España

Más de 2 millones de personas sufren Enfermedad Pulmonar Obstructiva crónica (EPOC), aunque el 70 por ciento no lo sabe aún. La EPOC sigue siendo una gran desconocida y sólo un 17% de los españoles la identifica, a pesar de su alta tasa de mortalidad. Se trata de una patología respiratoria que se caracteriza por la limitación crónica del flujo aéreo y la principal causa es la inhalación del humo del tabaco vinculada a su consumo, aunque hay casos excepcionales. Esta enfermedad produce cambios patológicos en el pulmón y puede provocar otras enfermedades como cáncer de pulmón, osteoporosis o daños cardiovasculares.

Los principales síntomas que presenta son tos variable e intermitente, expectoración (generalmente mucoide) y disnea. Este último es el que más afecta a la calidad de vida de los pacientes, que generalmente suelen tener más de 60 años y los atribuyen a la edad. El 75% de pacientes hombres y el 85% de pacientes mujeres están sin diagnosticar, sobre todo por la falta de información acerca de la enfermedad y las limitaciones en su diagnóstico, que se suele hacer mediante la espirometría, que es una prueba sencilla pero difícil de interpretar. Aunque suele afectar más a los hombres, cada vez son más las mujeres que la padecen, sobre todo por creciente adquisición del hábito tabáquico entre ellas. El tabaco incide en los efectos de la EPOC en la mujer, pero también en el cáncer de pulmón, que aumenta en las mujeres, y en el de mama. La enfermedad pulmonar obstructiva crónica afecta antes a las mujeres, les daña más y empeoran en menos tiempo.

Los pacientes suelen ver limitadas sus actividades diarias y su calidad de vida disminuye, porque se reduce de forma importante su capacidad de esfuerzo y a medida que tiene síntomas entra en la inactividad física.

La principal forma de reducir las consecuencias de la EPOC es abandonar el tabaco, ya que se ha demostrado que cuando los pacientes dejan de fumar aumentan su esperanza de vida, normalizan su presión arterial y mejoran la capacidad pulmonar y circulación sanguínea. Una vez que el paciente ha dejado de fumar, es necesario que siga un tratamiento, que se definirá en base al estado de salud que tenga. Hay diferentes grupos de pacientes y en base a sus características se proporcionan unos tratamientos u otros. Si el enfermo padece disnea se le suele administrar broncodilatadores, pero si tiene agudizaciones o bronquitis la terapia suele consistir en antiinflamatorios y corticoides inhalados. En este sentido, otro de los grandes problemas es la adherencia al tratamiento. Actualmente están apareciendo investigaciones de biología molecular y anticuerpos monoclonales que podrían servir para personalizar los tratamientos.

El gran reto es la prevención, es decir, captar a las personas en riesgo lo antes posible, pero también la concienciación entre los jóvenes, que en ocasiones siguen percibiendo el fumar como algo normal e incluso como una tendencia. Hay pruebas y medidas que se pueden tomar para que la gente abandone el tabaco antes de que sea demasiado tarde. La prevención debe empezar en la atención primaria, donde se debe buscar la implicación del paciente. Cabe destacar también la importancia de mejorar la formación entre los médicos de Atención Primaria, así como de desarrollar nuevos métodos de detección de la EPOC para estos profesionales e, incluso, para los farmacéuticos.

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