“Después del genoma del cáncer: ¿Y ahora qué?”

Manel Esteller

Investigador del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), profesor ICREA y profesor de Genética de la Universidad de Barcelona

Correo electrónico: mesteller@idibell.cat

Twitter: @ManelEsteller

 

Las frías cifras en oncología nos dicen que un 40% de los pacientes acaba sucumbiendo. Se logrará mejorar esta cifra usando tratamientos personalizados para cada paciente en función de las alteraciones de su genoma. No obstante, el cáncer es una enfermedad compleja y multifactorial. Afecta no solo a nuestro ADN, sino también a la regulación de este, el contexto celular del tumor y la manera en la que nuestro cuerpo reconoce a ese tejido anómalo. Estos tres últimos conceptos se refieren respectivamente a la epigenética, el microambiente y la immunidad del paciente. Estudiemoslos por partes.

La epigenética estudia el conjunto de marcas químicas de nuestras células que controlan la actividad de nuestro ADN. Dos hermanos gemelos con el mismo ADN pueden tener incidencia de cáncer distinta. Esto se debe a que, aunque su secuencia genética sea la misma, el control químico de esta (el epigenoma) puede ser distinto. Se han descrito importantes genes supresores de tumores cuya función se pierde por una epigenética alterada. En este sentido, los biomarcadores epigenéticos se suman a los genéticos para decidir qué tratamiento es mejor para ese paciente. Pero es que además las marcas epigenéticas son dinámicas y determinados fármacos son capaces de revertirlas en ciertos tumores, aplicándose sobre todo en el contexto de las leucemias y linfomas.También es importante recordar que el cáncer no és homogeneo. Es decir, que cuando se diagnostica una masa tumoral existen diferencias entre las células malignas de ese mismo paciente. Además, las células sanas que lo integran (células de sostén, vasos sanguíneos y linfáticos, etc) también cambian, es lo que se denomina el microambiente tumoral. Por tanto, cada vez se estudiará más en detalle esta heterogeneidad intratumoral para decidir cuál es el mejor tratamiento.

Finalmente, recordad que si se dice que “un hombre no es una isla”, un tumor tampoco se encuentra flotando en el espacio, sino dentro del contexto de otros órganos y de tejidos que interacccionan con él. En este sentido, debemos destacar el sistema immune. Este suele reconocer a las células tumorales como cuerpos extraños y seguramente elimina a cientos de ellas. Pero no debemos olvidar que el cáncer suele “disfrazarse” molecularmente para evadir nuestra immunidad. Por suerte, en los últimos años han surgido nuevos fármacos de immunoterapia que les quitan ese “antifaz”, siendo especialmente esperanzadores en melanoma, cáncer de riñón y pulmón.

Estemos atentos a los nuevos retos de esta oncología post-genómica.

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